lunes, 10 de junio de 2019

Los grupos en el aprendizaje cooperativo


Composición de grupos
Grupos heterogéneos vs grupos homogéneos
La composición de los grupos puede realizarse atendiendo a diversos criterios. Lo más habitual es diferenciar entre grupos homogéneos y grupos heterogéneos, ya sea en cuanto a nivel de conocimiento, a nivel de habilidades sociales, cultura, sexo u otros criterios.
La  mayoría  de  los  estudios  realizados  coinciden  en  que  la  agrupación  debe  ser heteronea. De acuerdo con ello León del Barco (2002) afirma que:
Las  situaciones  más  ventajosas  para  un  aprendizaje  cooperativo  no  son aquellas en las que interactúan alumnos con idéntico nivel, ni tampoco las que emparejan alumnos con niveles muy diferentes. En el primer caso, es más  difícil  que  surjan  puntos  de  vista  diferentes o  que  la  habilidad de  un participante pueda ser aprovechada por los demás. (). En el segundo caso, los más competentes difícilmente podrán tener en cuenta los conocimientos de sus comperos y los menos competentes tendrán dificultades en seguir el ritmo y las reflexiones de los más expertos. (León del Barco, 2002; p.38 y 39)
De  igual  modo,  Collazos  y  Mendoza  (2006)  aconsejan  formar  grupos  que  sean heteroneos  en  cuanto  a  habilidad,  personalidad,  nivel  de  escolaridad,  profesión, nero”. (p.72).
Para que la experiencia de aprendizaje cooperativo sea enriquecedora para todos los miembros del grupo, este debe estar cohesionado. Los grupos heterogéneos formados por iguales son idóneos para lograr este objetivo.
Por una parte, la condición de iguales permite que los miembros se entiendan fácilmente, ya que todos usan el mismo lenguaje, pueden confiar los unos en los otros y pueden empatizar con los demás miembros con relativa facilidad, lo cual se traduce en una relación grupal favorecedora del desarrollo del aprendizaje.
La metodología cooperativa permite el aprendizaje de conceptos y la consolidación de los mismos mediante las explicaciones entre iguales. El uso del mismo lenguaje favorece la superación de miedos y vergüenzas a la hora de preguntar o aclara dudas, lo cual beneficia el aprendizaje de todos los miembros del grupo.
Por otra parte, la condición de heterogéneo, hace del grupo una entidad rica en alternativas de trabajo, en variedad de puntos de vista, y amplia en experiencias y vivencias relacionadas con los contenidos a trabajar.
La compensación entre las carencias y virtudes en habilidades y conocimientos de unos miembros y otros en diferentes ámbitos, permite abordar las tareas de la forma

más conveniente, dando la oportunidad de mostrar el camino correcto al que no lo sabe, o está confundido, y afianzándolo en el caso de aquellos que ya lo conocen.
Por ejemplo, un alumno que al inicio no sabe comunicarse correctamente, ya sea debido a un exceso de protagonismo o a una falta de habilidad de expresión, no puede hacer llegar sus ideas al grupo. En este caso, es el mismo grupo, mostrando ejemplos de buena comunicación, quien enseña a este alumno cómo debe expresarse para conseguir ser escuchado y tenido en cuenta.
Todos los miembros de un grupo cohesionado se sienten parte de un equipo que trabaja por un objetivo común que beneficia al grupo y que a su vez le aporta beneficios individuales a cada uno de ellos. Cada miembro aporta su grano de arena al grupo, cada uno en su medida y cada uno con sus características.
Finalmente cabe reflexionar sobre la polémica que surgió en los primeros años de implantación de la metodología cooperativa en las aulas, en los que se plantearon las posibles consecuencias negativas que el trabajo en grupos heterogéneos podía suponer para los alumnos con altas capacidades. Dicha polémica, ha sido desestimada por los numerosos resultados de estudios que reflejan la inexistencia de efectos negativos del trabajo cooperativo sobre alumnos con altas capacidades, siendo las consecuencias en todos los casos positivas o al menos iguales a las del trabajo individual o competitivo.
Ayudando  a  los  demás,  el  alumno  desarrolla  habilidades  sociales,  que  le  serán útiles  a  lo  largo  de  todo  su  proceso  de  aprendizaje,  siéndole  también  útiles  en  el desarrollo de su experiencia laboral y personal. Además, apoyando a otros comperos en su aprendizaje, el alumno se siente útil en el aula, lo cual favorece a su motivación por  la  asignatura.  Por  último,  al  tratar  de  enseñar  a  sus  comperos,  razona  los conocimientos aprendidos y los estructura en su mente, lo cual le ayuda a asimilarlos y afianzarlos  mejor,  es  decir,  a  realizar  un  aprendizaje  profundo  de  los  mismos.  Como dice León del Barco (2002), No debemos olvidar que se aprende mas enseñando que aprendiendo(p.38).
Sobre  el  aprendizaje  de  alumnos  con  altas  capacidades  en  grupos  heteroneos, León del Barco (2002) afirma que los alumnos con alto rendimiento avanzan más en las situaciones de aprendizaje cooperativo que en las situaciones de clases tradicionales y  progresan  en  la  misma  proporción  que  los  alumnos  de  rendimiento  bajo  o  medio”. (Slavin, 1991, citado de León del Barco, 2002; p.77).

Tamaño del grupo
El  tamaño  adecuado  de  los  grupos  de  trabajo  cooperativo  depende  de  muchos factores.  Entre  ellos,  León  del  Barco  (2002)  destaca  el  tipo  de  tarea    a  realizar,  el tiempo  programado,  el  entrenamiento  de  los  miembros  del  grupo  en  este  tipo  de metodología  y  el  grado  de  maduración  del  grupo.  No  obstante,  la  mayoría  de  los estudios reflejan que, dependiendo de los factores mencionados, lo más  adecuado es que el grupo de aprendizaje oscile entre 2 y 6 miembros (León del Barco, 2002; p.42). En la bibliografía se encuentran estudios que aconsejan este rango de tamaño.
"Nuestro consejo para los profesores principiantes es empezar con grupos de   dos   o   tres.   A   medida   que   los   estudiantes   van   adquiriendo   más experiencia y habilidades,  serán capaces de funcionar bien en grupos más grandes. Seis puede ser el límite superior para el grupo cooperativo. En la mayoría de las escuelas, más miembros constituiría un número demasiado grande incluso  en el caso  de miembros muy habilidosos" (Johnson, 1984; p.27).
Como  aconsejan  los  estudios,    conforme  el  profesor  y  los  alumnos  aprenden  a trabajar de forma cooperativa, el tamaño del grupo puede aumentar hasta un límite de 6  personas.  Lo  cual  disminuye  el  número  de  grupos  de  trabajo,  permitiendo  que  el profesor pueda atender a cada uno de ellos durante más tiempo. Teniendo  en cuenta que el ratio máximo de alumnos por aula está entre 25 y 27 alumnos, la posibilidad de aumentar   el   tiempo   que   el   docente   dedica   a   cada   grupo   resulta   especialmente interesante para favorecer el aprendizaje de los alumnos.
Ambiente físico
El ambiente físico del aula es un factor que influye en el rendimiento del aprendizaje cooperativo. Al igual que en otros ámbitos de la vida, el entorno y el contexto de una situación marcan el devenir de la misma.
Previamente al análisis de la influencia del ambiente físico en la metodología de aprendizaje cooperativo, es interesante reflexionar sobre la definición de “ambiente físico”.
Sen recoge Forneiro (2008) el término físico” hace referencia “a los locales para la   actividad,   caracterizados   por   los   objetos,   materiales   didácticos,   mobiliario   y decoracn”.  Mientras  que  el  término  ambiente se  refiere  al  conjunto  del  espacio sico y a las relaciones que en él se establecen (p.52). De estas definiciones se deduce que,  los  objetos  sicos  de  los  que  el  docente  se  vale  para  realizar  las  actividades cooperativas,  intervienen  en  las  relaciones  de  los  alumnos,  y  por  consiguiente  en  el trabajo del grupo y en el desarrollo del aprendizaje de cada uno de sus miembros.

Consecuentemente, se debe tener en cuenta la selección y el uso del espacio físico en el aula, y más aun si en ella se aplica la metodología de aprendizaje cooperativo, donde la relación entre los alumnos cobra especial importancia.
Como  en  la  mayoría  de  los  avances  en  educación,  los  primeros  estudios  de  la optimización  del  ambiente  sico  en  las  aulas  se  centran  en  las  etapas  de  educación infantil  y  primaria. Es por  ello, que  la  mayor  parte  de  los  análisis realizados hasta  el momento se basan en dichas etapas, y no mencionan si las conclusiones son extensibles a la etapa de educación secundaria y etapas superiores. Este es el caso del artículo  de Forneiro (2008), del cual en este proyecto se extraen las conclusiones más generales, que pueden ser aplicadas en la reflexión referida a la etapa de educación secundaria.
Forneiro (2008) plantea un análisis del ambiente del aula en la etapa infantil con el fin de dar las herramientas necesarias a los maestros de esta etapa para que puedan
identificar cuáles son los elementos cruciales que hacen que su clase funcione o no, y descubrir cuáles son los que debe tener en cuenta para que el ambiente de aprendizaje que ha creado llegue a ser eficaz en relación a  los objetivos formativos que se ha propuesto (p.69).
En este análisis, se distingue entre espacios de trabajo delimitados o abiertos, y espacios más, o menos fáciles de modificar. Además en el artículo se distingue entre diferentes zonas de trabajo con el fin de asociar cada espacio a una actividad en concreto, o en ocasiones a más de una.
Consecuentemente con el fin de favorecer el ambiente de trabajo en las actividades cooperativas en la etapa de educación secundaria, se debe programar las actividades teniendo en cuenta la organización del espacio en el aula en función de las actividades a trabajar. Es decir, se debe considerar de antemano qué diferentes espacios va a haber, si estarán delimitados o no, cómo estarán delimitados, si se van transformar durante la sesión y cómo se va a realizar esta transformación, etc.
Una  correcta  planificación  del  ambiente  sico  permite  optimizar  las  actividades cooperativas,  por  ejemplo,  permitiendo  una  optimización  en  el  uso  de  materiales manipulativos (gracias a la asignación de una zona de almacenamiento específica), una mejora en la organización de los contenidos trabajados (evitando desorganizaciones), o una mejora en la cohesión del grupo (por ejemplo teniendo en cuenta la conclusión que León del Barco (2002) expone en su tesis: la disposición que facilita la comunicación entre los miembros de un grupo, tendría que ser mas circular que frontal (p.44).
La vinculación de espacios y actividades puede suponer una herramienta de organización de tareas para las actividades cooperativas en la etapa de educación

secundaria. Por ejemplo, en una clase se pueden asignar dos partes claramente diferenciadas de modo que en una se trabaje la puesta en práctica de conocimientos de forma grupal, mediante la resolución de ejercicios, problemas y realización de proyectos, mientras que en otra se trabaje la resolución de dudas en grupos.
Recompensas o refuerzos positivos externos
A menudo, el grado de implicación de los alumnos en una tarea depende de las recompensas o castigos que este recibe por parte del profesor. Aunque en muchas ocasiones este sistema de refuerzos positivos y negativos sea útil para conseguir que los alumnos trabajen, se debe tener en cuenta que no se trata de un sistema de aumento de la motivación intrínseca, sino de la motivación extrínseca. Y por lo tanto, puede no fomentar el aprendizaje profundo de los contenidos trabajados.
Es  la  motivación  intnseca,  la  que  realmente  fomenta  el  aprendizaje  profundo. Como exponen Sánchez y Pina (2011), el éxito en la superación de los retos es uno de los ingredientes principales de la motivación intrínseca, con lo cual está muy ligada al enfoque profundo de aprendizaje (…) (p.87). Mientras que “la motivación extrínseca se define como opuesta a la intrínseca, como aquella que procede de fuera y que conduce a la ejecución de la tarea(p.87).
Si a un alumno le interesa la recompensa que el profesor ofrece por realizar la tarea se esforzará en ella, mientras que si no le compensa no se esforzará a menos que tema el castigo asociado a la no realización de la tarea. Es decir, puede que el alumno realice la tarea, sin implicarse en la misma, únicamente por desear la recompensa, o por evitar el  castigo.  A  este  respecto,  Sánchez  y  Pina  (2011),  indican  que  hay  investigaciones relacionadas con el aprendizaje que demuestran que:
La aplicación de refuerzos positivos fomenta el enfoque superficial de aprendizaje en el que los estudiantes tratan de “salir del paso” ante las demandas académicas para evitar castigos o recibir recompensas (premios materiales), lo cual resulta poco útil o inadecuado (p.87).
A pesar de ello, como ya se ha dicho, reforzar las acciones es una práctica habitual  y natural en las aulas, con la que pueden conseguirse mejoras del proceso de desarrollo del aprendizaje. Para conseguirlo, los docentes deben tomar conciencia de la necesidad de un correcto uso de los refuerzos, tanto positivos, como negativos.
Se puede distinguir entre dos tipos de refuerzos: refuerzos físicos o simbólicos (objetos utilizados como premio, puntos positivos, puntos negativos, privilegios y discriminaciones) y refuerzos lingüísticos (lenguaje verbal y no verbal).

La utilización de cada uno de ellos, debe atender a unos objetivos concretos y deben ser utilizados de manera adecuada, ya que el abuso, o la carencia de los mismos puede tener consecuencias muy negativas sobre el alumno.
La utilización de refuerzos físicos o simbólicos positivos, como objetos a modo de premio o puntos positivos, puede llevar al alumno a considerar que el objetivo de su trabajo es la obtención de dicho objeto y no el aprendizaje de los contenidos trabajados. Lo cual le impedirá ver la necesidad de realizar otras tareas no asociadas a un premio físico o simbólico.
Por otra parte, un exceso de refuerzos físicos o simbólicos negativos, como la pérdida de privilegios, la no ganancia de objetos físicos, o la sustracción de puntos, puede ocasionar en el alumno un sentimiento de desmotivación y en los peores casos un sentimiento de impotencia, que no fomenta en él una actitud de esfuerzo y superación, sino que le lleva a “tirar la toalla”.
Para que esto no ocurra, el docente debe utilizar este tipo de refuerzo de forma esporádica, sin que llegue a ser una exigencia por parte del alumnado, ni una carga permanente para ninguno de ellos. Además, para optimizar este recurso, la elección del objeto utilizado como premio, debe ser tenida en cuenta, de forma que dicho objeto sea atractivo para el alumno y a su vez le sea útil académicamente.
En cuanto a la utilización de refuerzos lingüísticos, debemos tener en cuenta que el uso del lenguaje es la vía que el ser humano utiliza para expresar las emociones. Según lo expuesto por Roca, Abarca y Marzo (2002):
La   dimensión   emocional   es   clave   en   las   interacciones   personales.   La práctica  docente  se  desarrolla  en  contextos  interactivos  por  lo  que  las emociones que se transmiten implícitamente tendrán un papel fundamental no  sólo  en  el  desarrollo  emocional  del  alumnado  sino  también  en  la emocionalidad del propio docente y la eficacia de su labor (p.1).
Los refuerzo lingüísticos, son empleados por el ser humano de forma natural en todos los ámbitos de la vida, con el fin de modificar o fomentar las conductas de las personas que lo rodean según el criterio personal. Consecuentemente, en el aula, el profesor debe utilizarlos para mejorar el proceso de aprendizaje de sus alumnos. Este, debe hacerles saber cuándo su actitud ante su propio aprendizaje es correcta, y cuando deben modificarla. En ambos casos, es necesario destacar y clarificar qué es exactamente lo que se está reforzando positiva o negativamente. Además es esencial hacerlo de forma educada, utilizando correctamente el lenguaje verbal y el lenguaje corporal.

Considerando las características de la metodología de aprendizaje cooperativo, cobra especial importancia la determinación de los objetivos que se pretenden conseguir mediante la utilización de refuerzos, tanto los objetivos a nivel grupal, como los objetivos a nivel individual.
Es necesario determinar si, el refuerzo debe ser aplicado a todos los miembros del grupo   por   igual,   o   si   se   debe   aplicar   individualmente   teniendo   en   cuenta   las aportaciones, capacidades y desarrollo del aprendizaje de cada alumno. Así mismo, se debe determinar si el refuerzo se realizará en función del resultado del trabajo grupal o del trabajo  individual. Sen  León del Barco  (2002), las recompensas específicas de grupo, basadas en el aprendizaje de los miembros y no en el producto grupal, aumentan la eficacia de los métodos de aprendizaje cooperativo” (p.46).
Tipos de tareas
Los docentes pueden hacer uso de diferentes tipos de tareas para desarrollar el aprendizaje de sus alumnos. Esta variedad permite combinar distintas formas de trabajar, lo cual supone un enriquecimiento del proceso de aprendizaje puesto que se proporciona a los alumnos diferentes enfoques de un mismo concepto. Para que esto sea posible, el profesor debe programar qué tipo de tarea va a realizar en cada momento.
León del Barco (2002) distingue entre tareas abiertas y tareas cerradas.

Existen (…) tareas abiertas con varias soluciones posibles en las que los participantes deben seleccionar la información relevante: estas tareas facilitan la comunicación y la colaboración. Por el contrario, en las tareas cerradas que se caracterizan por directrices e informaciones especificadas y establecidas, la comunicación y la colaboración se ven reducidas (p.53).
En concreto, la metodología de aprendizaje cooperativo abre el abanico de posibilidades en la selección de tareas, puesto que incluye variables como el grado de comunicación necesario o el modo de reparto de cargos y responsabilidades, y por lo tanto, requiere una organización y preparación de las tareas a realizar aun más excautiva que la metodología tradicional.

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