miércoles, 5 de junio de 2019

Estrategias para trabajar la hiperactividad



Una de las características más llamativas del alumnado del 
subtipo hiperactivo es precisamente la excesiva actividad 
motora, que sobrepasa los límites normales para su edad y su 
nivel madurativo. Este exceso de actividad motriz se 
manifiesta normalmente con una necesidad de moverse 
constantemente y con la falta de autocontrol corporal y emocional.


Cuando la conducta hiperactiva es muy exagerada puede 

resultar incompatible con el aprendizaje escolar, llegando 

a deteriorar las relaciones con las personas del entorno: 

profesorado, compañeros de clase, familia- res y amigos. 

Es necesario poner en marcha una serie de estrategias en el 

aula con el fin de reconducir de una forma más ajustada y 

adaptativa la necesidad de moverse.

Controlar la inquietud y el exceso de movimientos
  Medir cuánto tiempo puede permanecer trabajando de forma concentrada.

  Anticiparnos a situaciones de difícil manejo, elaborando previamente la estrategia a llevar a cabo. (Por ejemplo: a la salida al recreo, podríamos darle al niño o a la niña con TDAH la función de ser el responsable de dejar pasar a los compañeros en grupos de cinco).

  Identificar las señales que anticipan comportamientos molestos, como golpear reiteradamente la mesa con el lápiz, y reconducir hacia la realización de tareas que supongan movimiento, como re- partir fichas de trabajo.

  Posibilitar el ejercicio físico para rebajar el nivel de actividad. Así por ejemplo, antes de iniciar una sesión que requiera concentración y después de haber trabajado, permitirle que suba y baje las escaleras
Hacer descansos activos

  El movimiento en el asiento puede permitirse, incluso en ocasiones favorece la ejecución de la tarea.

  Es conveniente dejarle que se mueva, que se levante, que pasee, pero respecto a este movimiento de desplazamiento, es necesario enseñarle a levantarse en los momentos más adecuados. Así por ejemplo, se le puede permitir levantarse una vez terminado el ejercicio; o que el movimiento tenga un propósito en el aula, pedirle que borre la pizarra.

  Permitirle movimientos corporales que no supongan desplazamientos, mientras no sean perturbadores para la actividad principal.

  Posibilitar los desplazamientos funcionales. Así por ejemplo, que se levante a mostrar al profesor o profesora una parte de la tarea.

Fomentar la actividad controlada
  Organizar actividades en las que el alumnado pueda participar a diferentes niveles y realizando tareas distintas. Por ejemplo, hacer un mural en equipo asignando diferentes responsabilidades.

  Programar pequeñas tareas o responsabilidades de ayuda al profeso-rado que posibiliten eliminar la tensión y energía acumuladas. Por ejemplo, encargarle el cuidado de la pizarra, de alguna planta del aula, etc.

  Preguntarle habitualmente pidiéndole que salga a la pizarra.

Controlar los estímulos
  Darle menos cantidad de ejercicios, de modo que se centre más en la calidad que en la cantidad.

  Presentarle la tarea conforme vaya finalizando la anterior, dándole un tiempo para su realización y corrigiéndola inmediatamente.

  Programar la realización de tareas que requieren esfuerzo mental des- pués de periodos de esfuerzo físico: recreo, educación física. Con esto conseguimos que el cansancio favorezca su concentración, aunque es posible que necesitemos dedicar un tiempo a la relajación.

  Utilizar marcadores de tiempo como relojes de arena, cronómetros… para trabajar la conciencia del tiempo.

  Permitir cierto nivel de murmullo y movimiento en el aula.



Afrontar situaciones generales de manera óptima
  Ignorar movimientos incontrolados y acordar con el alumno o alum- na una señal que le ayude a la reconducción sin necesidad de lla- marle la atención. Por ejemplo, guiñar un ojo.

  Enseñarle a respetar los turnos de participación en tareas grupales.

  Permitir que realice explicaciones a otros estudiantes.

  Darle oportunidad de expresar su punto de vista en situaciones conflictivas en las que ha estado implicado.

  Intervenir con el resto de compañeros para que acepten algunas intervenciones no adecuadas de su compañero.

  Evitar que los compañeros animen al alumno o alumna a realizar movimientos inadecuados. Evitar también que imiten sus conductas inadecuadas.


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