La escuela se ha de centrar en procurar una educación
que
promueva las 3R+3R, es decir, que promueva
los aprendizajes de Lectura, Escritura, Matemáticas, Razonamiento, Resiliencia, y Responsabilidad.
R. J. Sternberg 38
Los alumnos de nuestras aulas
son muy diversos
unos de otros.
Se diferencian en sus estilos de aprendizaje, intereses, aptitudes, inteligencia, raíces culturales… Si son tan variados,
¿por qué seguimos dando una respuesta única
en la escuela? ¿Por qué programamos pen- sando en el alumno
medio, en vez de programar pensando en la variedad de alumnos que tenemos?
Los avances
tecnológicos son igualmente rápidos y nos abren numerosas posibilidades en medicina, ingeniería, educación… Nuestros alumnos
se manejarán en su desempeño labo- ral con tecnología que todavía no se ha diseñado. Son nativos digitales que conviven con
la tecnología, es decir,
hacen un uso natural y fluido de los aparatos
que tienen a su disposición (móviles, ordenadores, DVD, Ipods…) y son más
intuitivos que nosotros, sus profesores, para entender cómo
esta se maneja.
Los movimientos migratorios, principalmente debidos
a diferencias socioeconómicas y políticas
entre los países, hacen que se configuren sociedades multiculturales,
multiétnicas, plurilingüísticas, pluriconfesionales, pluri…
Con esta variedad
de posibles alumnos
en nues- tras
aulas se ha de ofrecer
un modelo educativo que enseñe actitudes y comportamientos ante la vida
que faciliten la convivencia común
en la sociedad del mañana.
No pensemos que estos
movimientos de población solo se van a producir
en un sentido, personas con pocos recursos llegando en avalanchas a nuestro país,
soñando con un mejor
futuro. También nuestros hijos y alumnos
saldrán de casa,
de su país, buscando nuevos horizontes a la hora
de estudiar y trabajar, pues
desde los Estados
se fomenta esta
movilidad del estudiante universitario y de formación profesional, para que conozca nuevas
lenguas y culturas, y complete su formación en centros punteros
de innovación y de desarrollo del conocimiento.
Ante esta
diversidad de los miembros de la sociedad, las Administraciones educativas están dando dos tipos
de respuestas: segregación e inclusión. Ambas
plantean resultados in- teresantes en unos u otros aspectos.
Si se opta por la segregación, se clasificaría a los alumnos
para darles la respuesta que necesitan en función de su discapacidad (sensoriales, motóricos, mentales), su dominio de la
lengua vehicular del centro educativo (inmigrantes) o su capacidad (alumnos superdotados). En el caso de los alumnos de altas capacidades hay ejemplos de este planteamiento educativo, donde se da una respuesta exclusiva para ellos.
Si se opta por la inclusión 39, educando juntos
a los diferentes, se tiene
que plantear una oferta escolar diversificada, que ofrezca posibilidades diferenciadas dentro de las particulari- dades
de cada alumno,
lo cual implica
desarrollar enfoques adecuados en el diseño
curricular y en la organización de la escuela
40. El modelo tradicional, en el que el profesor enseña para un supuesto alumno medio y este escucha,
no es capaz de dar
respuesta a la diversidad de alumnos que tenemos en las aulas.
Para tomar
decisiones en cuanto
al modelo educativo a seguir, tenemos
que tener en cuenta las metas educativas que queremos conseguir y la realidad
en la que se van
a desenvol- ver nuestros hijos. De ahí que al principio hayamos
caracterizado la sociedad que nos/les va a
tocar vivir y ahora planteemos el modelo educativo con el que
nos identificamos.
39 S. Stainback, / W. Stainback, Aulas inclusivas. Un modo de enfocar y vivir el currículo. Madrid, Narcea, 2007.
40 Mª A. Casanova / H. Rodríguez, La inclusión educativa, un horizonte de posibilidades. Madrid,
La Muralla,
2009.
La diferenciación curricular desde una perspectiva de inclusión
El currículo es el terreno
donde se materializan las innovaciones. Las decisiones sobre el currículo comportan implícita o explícitamente cuestiones relacionadas con los valores, no es
algo neutro
ni aséptico, ya que los
valores están siempre
favoreciendo o rechazando determi- nadas concepciones del mundo y de la sociedad.
Al defender el concepto de atención a la diversidad mediante el currículo, se opta por una concepción democrática del mismo, puesto que este intenta dar una respuesta
educativa para todos los individuos, respetando sus peculiaridades y diferencias.
Pero,
como afirma Gimeno 41, esa democratización de la enseñanza se
puede entender –y, como
hemos visto anteriormente, se ha entendido– de dos formas
diferentes en cuanto
a su proyección escolar: curricular y metodológica:
Una opción liberal
democrática puede establecer un modelo en el que cada cual
llegue hasta donde pueda,
según sus posibilidades, diversificando un sistema
escolar, curricular y metodológico, en el que las opciones
individuales y familiares sean posibles. Otra visión de la
democracia reside en atender compensatoriamente las diferencias, para que todos
tengan las mismas oportunidades, sin despreciar un ámbito de flexibilidad en el que sea posible
la diversi- ficación no discriminatoria. La primera visión
enfatiza la diferenciación, la segunda el currícu-
lum común y las medidas
realmente necesarias para que sea realmente tal: la compensación.
Las teorías críticas hicieron ver las contradicciones de las sociedades democráticas, pues
propugnaban la igualdad y, sin embargo, sus sistemas escolares reproducían las desigualda- des sociales. De hecho,
estos resultados se plasman en los informes de evaluación del
sistema educativo, como los elaborados por el INCE y la OCDE 42, en los que se manifiesta la ausencia
de alumnos entre los que optan al Premio extraordinario de Bachillerato de los estratos
eco- nómicos y sociales más bajos, o la escasez
de alumnos con rendimiento brillante dentro del sistema educativo, que
atribuyen a una
ausencia de una
educación diferenciada.
Con la entrada en vigor de la LOGSE
ya se propuso una escuela
comprensiva y diversifi- cada, que, si bien
no difiere en sus principios básicos de la escuela inclusiva (de la LOE),
en la práctica sí tiene diferencias considerables, en cuanto
que en la primera legislación se puso el énfasis
en la comprensividad para dar respuesta principalmente a los menos
capaces, y en la
segunda el discurso se centra en la igualdad de oportunidades para
todos y en la educación de calidad 43.
Esta evolución en los paradigmas (y en las legislaciones) se produjo por un importante cambio en la conceptualización de las diferencias individuales, con la aparición de las nuevas corrientes psicológicas y pedagógicas: los modelos cognitivo, ecológico y comunicativo. Las diferencias individuales se entienden como un exponente de los diferentes modos hetero- géneos y variables en que los seres humanos
adquieren, construyen y organizan su propia
realidad y, por tanto,
la educación tendrá
en cuenta las diferentes aptitudes, motivaciones, estilos y rasgos
de personalidad, así como las diferencias procedentes de factores sociales, económicos y culturales, para
ajustar la intervención educativa a cada
uno de ellos.
41 J. Gimeno Sacristán, «La construcción del discurso acerca de la diversidad y sus prácticas
(I)», en Aula de inno- vación educativa 81
(1999), pp.
67-72.
42 C. Jiménez Fernández, «La atención a la diversidad a examen: La educación de los más capaces en el sistema escolar», en Bordón 54,
(2002), pp. 219-239.
43 Id., Diagnóstico
y educación de los más capaces.
Madrid, UNED, 2000.
Ángeles Bueno Villaverde
La diversidad en sus múltiples manifestaciones pasa a ocupar la atención y el discurso de los responsables sociales y educativos por varias causas:
Todo esto se traduce en una mayor
diversidad en el aula y una mayor
necesidad de dar respuestas diferenciadas.
La escuela integradora de hoy se ha convertido en una escuela
inclusiva, preparada para la
diversidad, en la que los alumnos con necesidades educativas específicas o sin ellas puedan encontrar la respuesta educativa idónea para desarrollar todas sus capacidades: aprender a ser, aprender a convivir y aprender a hacer, en palabras del
Informe de la UNESCO sobre
Educación para el siglo
xxi 44. La inclusión asume
que la convivencia y el aprendizaje en grupo es la mejor
forma de beneficiar a todos, no solo a los niños
etiquetados como deficientes sino además a aquellos
considerados como superdotados, puesto que todos
son «diferentes» 45.
Todos los niños tienen
necesidades educativas particulares, que han de ser considera- das. Según algunos
autores educar «en» y «para»
la diversidad:
No significa adoptar
medidas especiales para el alumnado problemático, sino adoptar un modelo
de desarrollo del currículo que facilite el aprendizaje del alumnado en su diversidad. Tampoco es una cuestión de cantidad sino de calidad; una actitud y una convicción cultural antes que un recurso técnico,
que requiere enseñar
a cada uno de forma
diferenciada 46.
[Se refiere] a un proceso amplio
y dinámico de construcción y reconstrucción de conoci-
miento, que surge a partir
de la interacción entre personas
distintas en cuanto
a valores, ideas, percepciones e intereses, capacidades, estilos cognitivos y de aprendizaje. (…) Esto favorece
la construcción, consciente y autónoma, de formas personales de identidad y pensamiento, y ofre-
ce estrategias y procedimientos educativos (enseñanza-aprendizaje) diversificados y flexibles
con la doble finalidad de dar respuesta a una realidad
heterogénea y de contribuir a la mejora y el enriquecimiento de las condiciones y relaciones sociales
y culturales 47.
En conclusión, nos decantamos por proponer, en esta guía,
un modelo de educación in- clusiva para
todos los alumnos, incluidos los de altas capacidades, al entender que se puede dar una respuesta ajustada
a sus necesidades dentro del
marco que ofrece
el currículo y que
además facilita el desarrollo de capacidades sociales
centradas en la solidaridad y la coope-
44 J. Delors, La educación encierra un tesoro. Informe sobre educación para el siglo xxi.
Madrid, Santillana,
Ediciones UNESCO, 1996.
45 J. Pérez Cobacho, / Mª D. Prieto, Más allá de la integración: hacia la escuela inclusiva. Murcia, Ediciones de la Universidad de Murcia, 2000.
46 A. Diez, / S. Huete, S., «Educar
en la diversidad», en Educar hoy
60 (1997), pp. 15-17.
47 F. Jiménez / M. Vila, De educación especial a educación en la diversidad.
Málaga, Aljibe,
1999.
La diferenciación curricular desde una perspectiva de inclusión
ración. Las actitudes
prosociales de aceptación de los demás, los «distintos», de solidaridad… se
adquieren cuando ponemos
medios para que estas se desarrollen y el primer
paso es la convivencia. Si educamos clasificando y separando alumnos,
generaremos sociedades segre- gadas en compartimentos y segregadoras. Este
modelo permite la construcción común
y el reconocimiento de las diferencias dignas de ser respetadas, favoreciendo la diferenciación y la compensación dentro de un marco de respeto e intercultural.
Por todo
lo dicho hasta
aquí, relacionado con los cambios
sociales y por las característi- cas de la sociedad del conocimiento, pensamos que en educación deberíamos centrarnos en enseñar conocimientos básicos
que asienten bases futuras, estrategias que permitan adquirir nuevos conocimientos (aprender a aprender) y formar actitudes
que permitan la convivencia.
Si estas últimas (estrategias y actitudes) no se adquieren
practicándolas, no esperemos
que se vayan
a desarrollar por sí solas.
Por tanto, deberíamos adoptar modelos educativos que nos permitan ponerlas en juego.
En este sentido, la educación inclusiva nos permite ir en esta línea, el aprendizaje co- operativo permite desarrollar actitudes prosociales y la diferenciación curricular es un medio,
como
veremos seguidamente, para
dar una respuesta ajustada a los alumnos.
Para Ainscow
48 las
prácticas educativas que «tienden la mano a todos», se caracterizan por tener unos ingredientes que permiten que la escuela
sea realmente inclusiva y se dé una res- puesta educativa ajustada a todos:
En resumen,
lo que Ainscow
destaca es la evaluación inicial, la planificación diferencia- da, la reflexión sobre
la práctica y el uso de los
recursos necesarios. Muchos
de los aspectos
48 M. Ainscow, «Tendiéndoles la mano a todos los estudiantes: Algunos
retos y oportunidades», en Siglo Cero
30/181 (1999), pp. 37-48.
Ángeles Bueno Villaverde
que se han mencionado, son elementos del currículo que se flexibilizan para favorecer la in-
clusión.
Las competencias (incluidas como otro
elemento más del currículo en la L.O.E.)
implican la interrelación de todas las áreas curriculares para poder conseguirlas. Esto supone un trabajo
colaborativo entre el equipo de profesores para programar de forma conjunta
su consecución.
Podemos variar
los elementos del currículo con el fin de favorecer la inclusión, pero unas medidas van a suponer modificaciones más profundas del currículo, así,
la modificación de los
objetivos generales
de etapa o área es una de las medidas
más drásticas que
se pueden llevar a cabo y en el caso de los alumnos
con altas capacidades nos permitirá la aceleración
de curso.
La modificación de los contenidos, metodología y evaluación no suponen modificaciones significativas del currículo. Los contenidos son la base
con la que trabajar para desarrollar las capacidades y dominar las competencias y se pueden
modificar ajustándolos a los intereses y motivaciones de los alumnos.
La adopción de estrategias metodológicas acertadas es la forma más fácil de modificar el currículo y atender
a la diversidad. Difícilmente pueden
trabajar los alumnos
a distinto ritmo y
con distinto estilo
cognitivo, si deben
hacerlo al modo
tradicional: todos las mismas cosas, en el mismo tiempo
y de la misma manera.
Según Casanova,
la metodología se convierte también
en contenido de aprendizaje, pues
se aprende ha- ciendo, y el modo de hacer, el camino para llegar a los propósitos, lo constituyen las estrategias
metodológicas que se adopten. Las competencias relacionadas con las actitudes y
los valores solo se logran
mediante la práctica
y la convicción, es decir, mediante
la coherencia entre
lo que se dice y lo que se hace 49.
Hay que favorecer, por ello, la realización de actividades, que para los
alumnos con altas capacidades les resulten
variadas y/o más complejas. No siempre tienen
que ser más cantidad de
actividades, pues, en los casos
en que se dominen los contenidos, se podría interpretar como un «castigo».
La evaluación es otro elemento
importante, pues determina la forma de aprender. En muchas ocasiones, nuestros alumnos
estudian en función
de cómo van a ser
los exámenes. Al usar la evaluación para rendir cuentas, terminamos valorando lo que se evalúa, pero debe-
ríamos cuestionarnos si realmente evaluamos lo que valoramos, es decir, si evaluamos lo que
realmente queremos que lleguen a ser nuestros
alumnos. Si no fuera así, deberíamos replan- tearnos la forma de evaluar.
El modelo clásico tiende
a homogeneizar, a uniformar al alumnado en cuanto a sus nive- les de aprendizaje, ya que aplica
la misma prueba
a todos, sin
diferenciar sus potencialidades iniciales y posibilidades futuras. Ni atiende al que no llega a la prueba
estándar, ni deja
pasar adelante al que la tiene superada de antemano 50.
49 Mª A. Casanova / H. Rodríguez, La inclusión educativa, un horizonte de posibilidades. Madrid, La Muralla, 2009, p. 29.
50 Ibid., p. 30.
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