El alumnado con TDAH se caracteriza por su inmadurez y su gran dependencia emocional. Se comportan en muchas ocasiones como alumnos
y alumnas más pequeños, buscando
el contacto más directo
con el profesor o profesora a edades poco frecuentes, llamando su atención
y necesitando sentirse arropados y protagonistas.
A medida que el alumno o alumna crece es más consciente de sus errores
y del rechazo de los demás,
por lo que su umbral
de tolerancia a la frustración desciende. Son estudiantes con baja autoestima, baja tolerancia a experiencias de fracaso, expectativas negativas sobre su rendimiento
futuro, un gran sentimiento de falta
de control sobre su vida y probablemente
síntomas ansiosos y depresivos.
Así y todo, cada
niño y niña
es diferente y, por tanto,
es imprescindible dedicar tiempo suficiente para conocerle en profundidad: historia acadé- mica
y familiar, intereses, necesidades, etc.
Autoestima:
• Trabajar a través
de la educación emocional el miedo a fracasar, a no ser aceptado, a la inestabilidad que siente, a los cambios
de humor, etc.
• Utilizar la comunicación asertiva
y la empatía.
• Procurar que sienta
proximidad afectiva
potenciando las relaciones
interpersonales y los vínculos sociales
a través de juegos, trabajos
en grupo, etc.
• Ayudarle a que conozca sus fortalezas y debilidades, concienciándole de sus capacidades y trabajando sus debilidades. Aprovechar
también el trabajo
en grupo para entrenar
este aspecto.
• Consultar con
el orientador u orientadora para
determinar los puntos fuertes y débiles
del alumno o alumna con TDAH con el que se
está trabajando, para así poder
ayudarle mejor.
• Realizar dinámicas grupales,
con el objetivo de trabajar
la cohesión y la inclusión de todos los miembros
del grupo.
• Posibilitar que
el alumno o alumna pueda
ir conociendo y desarrollando un autoconcepto positivo
de sí mismo.
• Cuidar el lenguaje que utilizamos, evitando
mensajes negativos. Por ejemplo, decir: «Si ordenas tu mesa, podrás
trabajar adecua-
damente» en vez de: «Eres un desastre, tienes toda tu mesa des-
ordenada».
• Asignar al alumno o alumna
un rol adecuado y positivo
dentro del grupo,
aprovechando sus fortalezas. Así por ejemplo, aprovechar sus conocimientos de informática para que ayude a sus compañeros.
• Anticipar las consecuencias de las conductas
no adecuadas, de- jando claro qué es lo que ocurrirá
cuando se comporte
de deter- minada forma.
• Evitar criticarle públicamente o ponerle
en evidencia. Usar tono de voz neutro,
no reticente ni sarcástico o irónico.
• Aceptar
sus dificultades e identificar sus esfuerzos,
valorándole cuando realiza algo bien.
• Ofrecerle mayor grado
de confianza en su persona
y en sus com- petencias.
• Potenciar las actividades que fomenten la integración del niño o niña.
• Intentar sustituir el verbo ser por el verbo estar. De esta forma no ata- camos su autoestima,
lo
que
hacemos
es
mostrarle la conducta co- rrecta. Ejemplo: no decir «eres malo» sino «te estás portando mal».
Tolerancia a la frustración:
• Adaptar las expectativas conductuales, sociales y familiares a las
características del niño o niña.
• Cuando el niño o niña se sienta demasiado frustrado como para terminar un trabajo, asignarle otra
actividad menos complicada para que pueda experimentar algo de éxito antes de
volver a la tarea original.
• Ir aumentando el nivel de exigencia de acuerdo
con los resultados
obtenidos.
• Trasmitirle
expectativas positivas respecto a sus resultados, a través de
mensajes positivos: «Pensamos y creemos
que puedes hacerlo».
• Evitar la sucesión continua de situaciones frustrantes: actividades
que no puede realizar, situaciones cotidianas que no puede resolver.
• Prevenir la frustración en las relaciones sociales, enseñándole a in- terpretar los códigos que las rigen y a actuar en consecuencia.
• Entrenar al alumnado
a enfrentarse a las dificultades que encuentra
al relacionarse con el entorno posibilitando situaciones en el grupo,
creadas para este fin y mediadas
por el adulto.
Relaciones sociales:
• Programar un
tiempo para la enseñanza de habilidades sociales.
• Ayudar al alumnado
a entender las señales de su entorno
(expre- siones faciales, gestos, señales de peligro,
situaciones sociales) y enseñarle alternativas de respuesta
adecuada.
• Ayudarle a analizar las consecuencias de sus actos
para así poder adaptar su comportamiento a las diferentes situaciones.
• Fomentar las relaciones con sus iguales
mediante juegos sociales, trabajo en grupo.
• Establecer una relación
de respeto, utilizando por parte del profesor un lenguaje claro y
conciso.
• Trabajar las estrategias pro-sociales creando un adecuado clima de aula basado
en el compromiso con las normas,
el modelado de conducta a través del profesor
y de alumnado que puede ejercer un liderazgo positivo.
• Entrenar en resolución de conflictos con situaciones reales y con-
cretas. Algunas estrategias de resolución de problemas:
–
Ensayo-error:
en ocasiones debemos permitir que cometan errores para que aprendan y comprendan las consecuencias de sus
acciones.
– Representación mental:
esta estrategia consiste en ayudarles a recordar un acontecimiento ya vivido por ellos y las consecuencias que tuvo el mismo.
–
Razonamiento de alternativas: ayudarles a generar alternativas ante una misma situación, analizando las consecuencias positivas y negativas de cada uno de ellas.
– Preguntas guiadas: éstas se harán con el fin de que reflexionen
sobre los diversos aspectos de una
misma situación antes de tomar una decisión.
• Reflexionar y enseñar elementos expresivos, receptivos e interacti- vos de la comunicación, para aprender
a ajustar el lenguaje en las
relaciones sociales.
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