miércoles, 5 de junio de 2019

EL Desarrollo Emocional


El alumnado con TDAH se caracteriza por su inmadurez y su gran dependencia emocional. Se comportan en muchas ocasiones como alumnos y alumnas más pequeños, buscando el contacto más directo con el profesor o profesora a edades poco frecuentes, llamando su atención y necesitando sentirse arropados y protagonistas.



A medida que el alumno o alumna crece es más consciente de sus errores y del rechazo de los demás, por lo que su umbral de tolerancia a la frustración desciende. Son estudiantes con baja autoestima, baja tolerancia a experiencias de fracaso, expectativas negativas sobre su rendimiento futuro, un gran sentimiento de falta de control sobre su vida y probablemente síntomas ansiosos y depresivos.
Así y todo, cada niño y niña es diferente y, por tanto, es imprescindible dedicar tiempo suficiente para conocerle en profundidad: historia acadé- mica y familiar, intereses, necesidades, etc.

Autoestima:
  Trabajar a través de la educación emocional el miedo a fracasar, a no ser aceptado, a la inestabilidad que siente, a los cambios de humor, etc.

  Utilizar la comunicación asertiva y la empatía.

  Procurar que sienta proximidad afectiva potenciando las relaciones interpersonales y los vínculos sociales a través de juegos, trabajos en grupo, etc.

  Ayudarle a que conozca sus fortalezas y debilidades, concienciándole de sus capacidades y trabajando sus debilidades. Aprovechar también el trabajo en grupo para entrenar este aspecto.

  Consultar con el orientador u orientadora para determinar los puntos fuertes y débiles del alumno o alumna con TDAH con el que se está trabajando, para así poder ayudarle mejor.

  Realizar dinámicas grupales, con el objetivo de trabajar la cohesión y la inclusión de todos los miembros del grupo.

  Posibilitar que el alumno o alumna pueda ir conociendo y desarrollando un autoconcepto positivo de mismo.

  Cuidar el lenguaje que utilizamos, evitando mensajes negativos. Por ejemplo, decir: «Si ordenas tu mesa, podrás trabajar adecua-



damente» en vez de: «Eres un desastre, tienes toda tu mesa des- ordenada».

  Asignar al alumno o alumna un rol adecuado y positivo dentro del grupo, aprovechando sus fortalezas. Así por ejemplo, aprovechar sus conocimientos de informática para que ayude a sus compañeros.

  Anticipar las consecuencias de las conductas no adecuadas, de- jando claro qué es lo que ocurrirá cuando se comporte de deter- minada forma.

  Evitar criticarle públicamente o ponerle en evidencia. Usar tono de voz neutro, no reticente ni sarcástico o irónico.

  Aceptar sus dificultades e identificar sus esfuerzos, valorándole cuando realiza algo bien.

  Ofrecerle mayor grado de confianza en su persona y en sus com- petencias.

  Potenciar las actividades que fomenten la integración del niño o niña.

  Intentar sustituir el verbo ser por el verbo estar. De esta forma no ata- camos su autoestima, lo que hacemos es mostrarle la conducta co- rrecta. Ejemplo: no decir «eres malo» sino «te estás portando mal».

Tolerancia a la frustración:
  Adaptar las expectativas conductuales, sociales y familiares a las características del niño o niña.

  Cuando el niño o niña se sienta demasiado frustrado como para terminar un trabajo, asignarle otra actividad menos complicada para que pueda experimentar algo de éxito antes de volver a la tarea original.

  Ir aumentando el nivel de exigencia de acuerdo con los resultados obtenidos.



  Trasmitirle expectativas positivas respecto a sus resultados, a través de mensajes positivos: «Pensamos y creemos que puedes hacerlo».

  Evitar la sucesión continua de situaciones frustrantes: actividades que no puede realizar, situaciones cotidianas que no puede resolver.

  Prevenir la frustración en las relaciones sociales, enseñándole a in- terpretar los códigos que las rigen y a actuar en consecuencia.

  Entrenar al alumnado a enfrentarse a las dificultades que encuentra al relacionarse con el entorno posibilitando situaciones en el grupo, creadas para este fin y mediadas por el adulto.

Relaciones sociales:
  Programar un tiempo para la enseñanza de habilidades sociales.

  Ayudar al alumnado a entender las señales de su entorno (expre- siones faciales, gestos, señales de peligro, situaciones sociales) y enseñarle alternativas de respuesta adecuada.

  Ayudarle a analizar las consecuencias de sus actos para así poder adaptar su comportamiento a las diferentes situaciones.

  Fomentar las relaciones con sus iguales mediante juegos sociales, trabajo en grupo.

  Establecer una relación de respeto, utilizando por parte del profesor un lenguaje claro y conciso.

  Trabajar las estrategias pro-sociales creando un adecuado clima de aula basado en el compromiso con las normas, el modelado de conducta a través del profesor y de alumnado que puede ejercer un liderazgo positivo.

  Entrenar en resolución de conflictos con situaciones reales y con- cretas. Algunas estrategias de resolución de problemas:



    Ensayo-error: en ocasiones debemos permitir que cometan errores para que aprendan y comprendan las consecuencias de sus acciones.
  Representación mental: esta estrategia consiste en ayudarles a recordar un acontecimiento ya vivido por ellos y las consecuencias que tuvo el mismo.
   Razonamiento de alternativas: ayudarles a generar alternativas ante una misma situación, analizando las consecuencias positivas y negativas de cada uno de ellas.
  Preguntas guiadas: éstas se harán con el fin de que reflexionen sobre los diversos aspectos de una misma situación antes de tomar una decisión.

  Reflexionar y enseñar elementos expresivos, receptivos e interacti- vos de la comunicación, para aprender a ajustar el lenguaje en las relaciones sociales.



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