viernes, 7 de junio de 2019

La evaluación del grupo clase: procedimientos y recursos




Al entrar dijo el maestro:
«No vengo a enseñar, sino a cultivar. No vengo a imponer, sino a compartir. No vengo a vigilar, sino a acompañar».
Y los alumnos se miraron entre sí, expectantes.
B. Cano


1.         Introducción
Como ya adelantábamos en el capítulo anterior sobre diferenciación curricular y tal y como de- sarrollaremos en capítulos posteriores relacionados con la atención al alumno con altas capa- cidades dentro del aula ordinaria, la notable diversidad de nuestra sociedad se traduce, en la escuela actual, en una diversidad dentro del aula que el docente ha de atender de forma eficaz.
En ese sentido, la atención a la diversidad es uno de los principios fundamentales del actual modelo educativo, en el que se sustenta todo el marco normativo vigente, así como todo el modelo pedagógico que se defiende en esta guía.
El desarrollo de las competencias como objetivo último del aprendizaje supone además una concepción que requiere un esfuerzo por parte del docente para conocer y ajustar las di- ferencias individuales de sus alumnos, educando así en la inclusión.
En los últimos años se ha producido un importante cambio en la conceptualización de las diferencias individuales, con la aparición de las nuevas corrientes psicológicas y pedagó- gicas: los modelos cognitivo, ecológico y comunicativo. En esta nueva etapa, que se inicia a partir de los años setenta, la idea de la atención a la diversidad se convierte en la inspiración de los últimos cambios legislativos y organizativos de los sistemas educativos de numerosos países en todo el mundo.
Hoy en día la pedagogía y la psicología entienden las diferencias individuales como un exponente de los diferentes modos heterogéneos y variables en que los seres humanos ad- quieren, construyen y organizan su propia realidad. Ya no se trata de valores estáticos, sino de variables susceptibles de modificación.



La diversidad en sus múltiples manifestaciones ocupa la atención y el discurso de los responsables sociales y educativos por varias causas:
La inmigración da lugar a una más frecuente convivencia de diferentes etnias y culturas.
El compromiso social de ofrecer igualdad de oportunidades a todas las personas, inde- pendientemente de sus características físicas, psíquicas o de su procedencia social.
La ampliación de la enseñanza obligatoria hasta los dieciséis años ha hecho patente, de forma natural y evidente, la diversidad.
Todo esto se traduce en una mayor diversidad en el aula y una mayor necesidad de aten- der a dicha heterogeneidad. La escuela integradora de hoy se ha convertido en una escuela inclusiva, dispuesta a atender dicha diversidad, en la que los alumnos con necesidades edu- cativas específicas o sin ellas puedan encontrar la respuesta educativa idónea para desarrollar todas sus capacidades: aprender a conocer, aprender a ser, aprender a convivir y aprender a hacer, en palabras del Informe de la UNESCO sobre Educación para el siglo xxi 92. Pero ¿cómo se traduce en el aula la atención a la diversidad?, ¿en qué consiste? Para Sáez, educar «en» y
«para» la diversidad es
un proceso de enseñanza-aprendizaje basado en el pluralismo democrático, la tolerancia y la aceptación de la diferencia, a través del cual se intenta promover el desarrollo y la madurez personal de todos los sujetos. Un tipo de educación fundamentada en los derechos humanos, en el máximo respeto hacia la diferencia, en la superación de barreras y en la apertura al mun- dialismo como respuesta al tipo de hombre y sociedad necesitada hoy en día. Por consiguiente, estamos planteando abandonar el anquilosado modelo asociado a la discapacidad y centrado en el déficit, cuyas prácticas educativas son gerenciales y burocráticas, para entrar en una ideología liberal, defensora de procesos de redistribución social y humana 93.
Esta transformación afecta no solo a la adopción de medidas adecuadas únicamente para atender a los alumnos más problemáticos, sino, en palabras de Díez y Huete la atención a la diversidad significa
adoptar un modelo de desarrollo del currículo que facilite el aprendizaje del alumno en su diversidad. [Es una] cuestión de calidad; una actitud y una convicción cultural antes que un recurso técnico, que requiere enseñar a cada uno de forma diferenciada 94.
A partir de estas definiciones, que nosotros compartimos, entendemos que la atención a la diversidad no ha de ser una excepción, sino una disposición a adaptar el proceso de enseñan- za a las características de nuestros alumnos.
Dicha disposición no puede sino partir del conocimiento profundo de las características del grupo de alumnos en general y de las diferencias individuales entre ellos, aspectos que les pueden diferenciar entre respecto a su proceso de aprendizaje.



92 J. Delors / I. Al Mufri et al., La educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo xxi. Madrid, UNESCO-Santillana, 1966.
93 J. Sáez Carreras, «Aproximación a la diversidad: algunas consideraciones teóricas», en N. Illán / A. García (coords.), La diversidad y la diferencia en la educación secundaria obligatoria: Retos educativos para el siglo xxi. Málaga, Aljibe, 1997, pp.19-35.
94 A. Díez Alvarez / S. Huete Antón, «Educar en la diversidad», en Educar Hoy, 60 (1997), pp. 15-17.



Estas diferencias individuales, que Díez y Huete 95 agrupan en tres grandes bloques de factores, (físicos, socioculturales y académicos), se expresan de distintas formas: capacidades intelectuales, físicas, motrices, afectivas, rasgos de personalidad, etc. Así mismo, podemos encontrar alumnos con diferentes motivaciones, expectativas, estilos de aprendizaje y formas de analizar y comprender la realidad. Además de todo esto, debemos prestar atención a sus características étnicas, culturales, sociales y familiares.
Dado que dichas características individuales funcionan como predictores del rendimien- to, es tarea del docente tomar conciencia de estas diferencias y adecuar la respuesta educativa en función de las mismas. Su conocimiento le facilitará la individualización del proceso de enseñanza-aprendizaje y, por consiguiente, la atención a la diversidad dentro y fuera del aula.
Las fuentes de diferencia son diversas. Aparte de las diferencias debidas a factores rela- cionados con discapacidades de tipo sensorial, motor, intelectual o conductual, existen otras categorizadas en función de los siguientes criterios clasificatorios: por cultura de procedencia (lingüísticas, pertenencia a grupos étnicos, religiosos –por un lado la escala de valores de esa religión y por otro las concreciones en conducta: conductas permitidas, por ejemplo, las fiestas como valor motivador, cumpleaños, rechazo de algunas celebraciones–, etc.), por el gé- nero, por los factores que inciden en el aprendizaje del alumno (estilo de aprendizaje, conoci- mientos previos, estrategias de aprendizaje, motivación, autoconcepto, grupo clase, contexto escolar, entorno familiar, contexto social cercano).
Como decíamos anteriormente, estas características determinan en gran medida el aprendizaje y el rendimiento académico de los alumnos, por lo que creemos imprescindible, abordar con mayor detenimiento cada una de ellas. El objetivo es poder definir –y con ello compartir– los mismos conceptos con nuestros compañeros de centro, a la hora de evaluar las necesidades de nuestros alumnos, así como enriquecer y personalizar la labor educativa.
Aunque las características se combinan entre dentro de un complejo conglomerado que conforma el perfil del alumno, hemos intentado dividir estas características en factores concretos con el fin de facilitar su identificación y análisis. Su diferenciación obedece a que la evaluación sea más exhaustiva; no obstante, debemos tener presente que no existe un factor más relevante que otro, sino que la suma de todos ellos es la que determina el tipo de atención que precisa cada alumno.
El hecho de analizar los distintos factores que inciden en el aprendizaje, se justifica por- que, si sabemos cuáles son los elementos que condicionan el aprendizaje y somos capaces de entenderlos y de actuar sobre ellos, estaremos previniendo, anticipando y evitando las dificul- tades de aprendizaje. Planteándolo en positivo, estaremos creando las mejores condiciones para un aprendizaje de mayor calidad en el alumno. Además, si este proceso lo efectuamos de común acuerdo entre el equipo educativo, podemos unificar criterios a la hora de encuadrar el problema, de analizar posibles explicaciones al mismo y poner de modo conjunto soluciones viables al mismo.
A lo largo del capítulo intentaremos analizar una serie de factores, tanto individuales como de carácter grupal, que van a determinar en gran medida el tipo de intervención ne- cesaria para atender a la diversidad. Destacaremos una serie de factores que inciden en el aprendizaje y que son fuente de diversidad. Para ello nos basaremos en una síntesis de cada


95 Ibidem.



factor, extraída de García, Moreno y Torrego 96. Además de la definición operativa de cada uno de los distintos factores, encontramos múltiples referencias útiles para clarificar en qué con- siste cada factor, porqué es importante desde el punto de vista ético-pedagógico, sugiriéndose también posibles fórmulas de evaluación de cada factor. Por último, reflejaremos algunas su- gerencias prácticas para concretar la respuesta a estas fuentes de diversidad. Toda esta infor- mación se reflejará finalmente en varios cuestionarios de utilidad para poder valorar el perfil individual y grupal del alumno a partir del análisis de las características del grupo.


2.         Objetivos de la evaluación. La evaluación inicial como proceso de identificación de las necesidades educativas
Entendemos que la evaluación inicial del grupo, como ya citábamos más arriba, supone el punto de partida para abordar la diversidad individual y grupal. En este sentido, concebimos la evaluación inicial como un proceso clave para:
Abordar la atención a la diversidad desde el análisis concreto de la realidad del grupo clase.
Establecer el punto de partida de la implantación en el aula de estrategias que fomen- ten la diferenciación curricular como sustrato de la atención a las necesidades del alumno, (aspectos que desarrollaremos en capítulos posteriores y que tendrán rela- ción con la metodología cooperativa y el aprendizaje dialógico como núcleo funda- mental de nuestro modelo de escuela inclusiva).
Elaborar programaciones didácticas diferenciadas, capaces de adaptar contenidos, métodos y procesos a las necesidades del alumno con sobredotación intelectual en particular y, en general, capaces de acomodarse a los distintos ritmos de aprendizaje presentes en el grupo-clase.
Centrándonos en el concepto de evaluación y partiendo de la definición de dicho tér- mino por la Real Academia Española de la Lengua, encontramos tres acepciones del verbo
«evaluar»: señalar el valor de algo; estimar, apreciar, calcular el valor de algo; estimar los conocimientos, aptitudes y rendimiento de los alumnos.
Si analizamos la tercera definición, podemos caer en el error de entender la evaluación como la meta del proceso educativo, en el que principalmente destacamos los resultados del mismo (función sumativa). Sin embargo, en los últimos años ha cobrado una mayor impor- tancia la consideración de la evaluación como elemento integrante del proceso de enseñanza- aprendizaje, del que forma parte sustancial, por lo que se realiza a lo largo del desarrollo de toda la actividad didáctica, para reajustarla y conducirla permanentemente hacia la consecu- ción de aquellas metas que se propone.
Así, a la función sumativa de la evaluación –cuyo objeto esencial es la comprobación de los resultados alcanzados por los alumnos al final de un determinado período de aprendizajey a la función diagnóstica inicial –centrada en conocer las disposiciones y los conocimientos previos del alumno al comienzo de un determinado proceso de enseñanza-aprendizaje–, se ha incorporado la función formativa con una especial relevancia, al evaluar, en forma continua

96 R. J. García / J. M. Moreno / J. C. Torrego, Orientación y tutoría en la Enseñanza Secundaria. Zaragoza, Edelvives, 1996.



y sistémica (y más cualitativa que cuantitativamente) el proceso didáctico como un todo y en todos los factores que en él interactúan, a fin de regular el funcionamiento de dicho proceso y adecuarlo a las intenciones educativas que el propio sistema educativo se propone.
Todo lo dicho conlleva no limitarse al terreno de los conocimientos, sino abarcar tam- bién la evaluación de las habilidades y actitudes, así como la de aquellos aprendizajes que quizá no se habían previsto, pero que de hecho se producen a lo largo del proceso didáctico.
En cuanto a la metodología, la forma de realizar la evaluación constituye otro de los aspectos en que el cambio se va a manifestar más intensamente. No es lo mismo evaluar re- sultados que procesos, ni conocimientos que capacidades o competencias. Por todo ello, junto a las técnicas convencionalmente utilizadas se asiste últimamente al progresivo incremento de las basadas en la observación, en el estudio de casos y el análisis de documentos, como los que posteriormente os presentaremos.
A partir de estos supuestos los resultados de la evaluación no se proyectarán solamente sobre los resultados finales y la promoción de los alumnos, sino que lo harán también sobre el perfeccionamiento de la planificación de la enseñanza o de su puesta en práctica, en la adaptación de la actuación del profesor o en la modificación de los materiales didácticos o de la forma en que se utilizan.
No obstante, entendiendo que el término evaluación dista mucho de ser unívoco, tenien- do en cuenta las consideraciones antes citadas y agrupando aportaciones comunes a buena parte de los modelos existentes, podemos establecer una serie de principios:
Intencionalidad y dirección: con él destacamos la necesidad de vincular la evaluación con los objetivos planteados en el proceso educativo.
Continuidad: destacamos el carácter formativo de nuevo, haciendo referencia a que el proceso evaluador esté presente de manera continua y permanente en la actividad educativa, proporcionándonos información para valorar y reorientar la acción docente.
Globalidad: la evaluación se sustenta no solo en el desempeño académico del estu- diante, sino que implica la consideración de la construcción de conocimientos de- clarativos (el saber), procedimentales (el hacer) y actitudinales (motivación, valores, actitudes) y de expresión creativa, así como de factores sociales, personales, valores, que de una manera u otra afectan el proceso.
Sistemicidad: se refiere a la necesidad de evaluar de forma simultánea todos los ele- mentos que conforman el proceso de enseñanza-aprendizaje, no solo el aprendizaje de los alumnos sino también la enseñanza de los profesores y la importancia de la interacción entre ambos elementos.
Diversidad metodológica: tiene relación con el difícil equilibrio entre lo cuantitativo y lo cualitativo en la evaluación educativa. Se aplicarán criterios de evaluación cuali- tativa, puesto que se deben considerar criterios de ejecución definidos por variables referidas a comportamientos que reflejen los objetivos planteados. Igualmente se implementarán criterios de evaluación cuantitativa, en cuanto los resultados de la evaluación se analizan de acuerdo a una escala de calificaciones y el establecimiento previo de un criterio mínimo de rendimiento.
Interactiva y compartida: la evaluación tenderá a promover la participación y colabo- ración de todos los involucrados en el aprendizaje, a fin de contribuir al mejoramiento



profesional y social de los participantes y elevar la calidad del proceso de aprendizaje y de enseñanza.
Reflexiva: el proceso de la evaluación educativa requiere de un análisis profundo de las actividades del educando, el docente y los demás factores involucrados en el pro- ceso, que permita establecer pautas de reflexión sobre la acción.
Deliberativa: la evaluación debe propiciar la discusión, la negociación entre las partes involucradas con el fin de favorecer el consenso y tomar decisiones compartidas y validadas.
A partir de estos principios de la evaluación y una vez analizada la importancia que tiene el conocimiento por parte del docente de las características del grupo clase, pasamos a pre- sentar nuestra propuesta para la mejora del conocimiento del alumno y de sus necesidades específicas de intervención.

a)    En la práctica…
La evaluación del grupo-clase ha de consistir en el análisis de:
Aquellos factores individuales de diversidad, que revelan las características concretas y diferenciadoras del alumno con altas capacidades.
Destrezas cooperativas y de otra índole, que determinan la secuenciación progresiva de la implantación de rutinas de trabajo dentro del aula 97.
A partir de esta evaluación inicial, el modelo de actuación que proponemos sigue el es- quema siguiente 98:
Reconocer la presencia de las distintas fuentes de diversidad apuntadas a través de diversos sistemas de análisis de contexto 99 y evaluaciones iniciales de grupos e indi- viduos 100.
Adoptar una postura ético-pedagógica respecto a las distintas fuentes de diversidad, en el sentido de:
  Reproducir las diferencias existentes.
  Estimularlas.
  Intentar suprimirlas.
  Compensarlas.
  Considerarlas como contexto de aprendizaje.




97 Estos aspectos se desarrollarán con más detalle en los capítulos posteriores, en los que se analiza el diseño y puesta en marcha de la metodología cooperativa como recurso de la atención a los alumnos con altas capaci- dades dentro del aula ordinaria. Recomendamos al lector volver a retomar este capítulo 5, una vez finalizada la lectura detallada de toda la guía.
98 Elaborado a partir de J. Gimeno Sacristán / A. Pérez Gómez, Comprender y transformar la enseñanza. Madrid, Morata, 1993.
99 Para efectuar esta operación puede resultar útil recurrir a un instrumento que aparece en el anexo nº 2 de R. J. García / J. M. Moreno / J. C. Torrego, o. c., pp. 355-360.
100 Ver distintos cuestionarios y guías de observación en Ibid., apartado Documentos y en el Anexo 2 de esta obra.



Trasladar las consideraciones anteriores a la práctica a través de procedimientos de diseño y desarrollo curricular, utilizando los documentos de planificación y evalua- ción del centro (Proyecto educativo, Proyecto curricular, Programación general anual, Memoria, etc.), todo ello dentro de una concepción evolutiva de la planificación orien- tada «por», «como» y «para» la mejora del centro.

Tabla 1. Procedimiento de análisis e intervención educativa individual
Clarificar la situación:
Recoger información por parte del Equipo Educativo sobre el alumno, en relación con los factores que inciden en el aprendizaje que se detallan más adelante.
Organizar los datos:
Ordenar la información recogida en una ficha en la que aparezcan todos los factores de aprendizaje y las consideraciones realizadas por el Equipo Educativo en relación a un alumno particular.
Priorizar algunos elementos:
Priorizar los factores de aprendizaje que más explican la situación del alumnado. Profundizar en la recogida de información, sobre los factores explicativos de la realidad del alumno. Se utilizarán los procedimientos que aparecen en el apartado titulado «¿cómo
reconocerlo?» en el correspondiente factor de aprendizaje, que se presentará a continuación. Proceder a organizar la información recogida, a través de diversos instrumentos: cuestionarios, observaciones etc., reflejándola en una hoja de seguimiento.
Elaborar un plan de acción y de seguimiento:
Acudir a la ficha del factor o factores correspondientes, apartado «¿qué puedo hacer?», para buscar propuestas de actuación para la respuesta a las necesidades educativas del alumno. Planificar acciones a cometer en distintos niveles, en el aula, con el alumno individualmente, con las familias y con el equipo educativo, especificando actividades, responsables, temporalización…
Transmitir la información al Equipo educativo y/o familia, según fuere necesario. Planificar el seguimiento de las mismas a través de una «hoja de seguimiento» o similar.

Tabla 2. Procedimiento de análisis e intervención educativa de carácter grupal
Clarificar la situación:
Seleccionar/priorizar factores de evaluación grupal.
Organizar la recogida de información:
Proponer los agentes responsables de la recogida de información.
Seleccionar instrumentos de recogida de la información sobre los factores que inciden en el aprendizaje.
Puesta en común de la información:
Recogida y puesta en común en el equipo docente de la información sobre el grupo, en relación con los factores que inciden en el aprendizaje (se detallan mas adelante).
Búsqueda de líneas de actuación consensuadas:
Acudir a la ficha del factor o factores correspondientes, apartado «¿qué puedo hacer?», para buscar propuestas de actuación para la respuesta a las necesidades educativas del grupo clase.
Establecimiento de un plan de actuación compartido:
Planificar acciones a cometer en distintos niveles, en el aula, con el alumno individualmente, con las familias y con el equipo educativo, especificando actividades, responsables, temporalización…
Transmitir la información al equipo educativo y/o familia según fuere necesario elaborar un esquema de seguimiento y evaluación de las medidas:
Planificar el seguimiento de las mismas a través de una «hoja de seguimiento» o similar.



b)    ¿Qué y cómo vamos a evaluar? Ámbitos relevantes de la evaluación
Si, como citábamos anteriormente, uno de los principios de la evaluación es la recogida de información relevante, que permita regular los procesos de aprendizaje, creemos necesario que dicha recogida incluya datos significativos del alumno, de su entorno escolar, así como de su contexto familiar.
La información susceptible de ser evaluada dentro de cada uno de estos ámbitos es la que detallamos a continuación:

Tabla 3

ÁMBITO EDUCATIVO
INFORMACIÓN RELEVANTE


El alumno/a
Historia educativa y escolar del alumno/a.
Competencia curricular en relación a los objetivos y contenidos del ciclo o curso, describiendo los desajustes y los puntos fuertes.
Motivación, autoestima y expectativas del alumno/a.
Estilos de aprendizaje y modalidades de aprendizaje que más favorezcan al alumno/a. Destrezas cooperativas y habilidades del alumno para interaccionar con sus iguales



La escuela
Características de la intervención educativa: tipo de programación, grado de adaptabilidad de la misma, metodologías utilizadas, forma de evaluación, etc.
Clima del aula: relaciones en el grupo de clase y con los profesores, relaciones entre iguales, clima emocional, etc.
Apoyo emocional y de motivación de los profesores hacia el alumno/a.
Expectativas de los profesores hacia el alumno/a y explicaciones que dan al desajuste observado.

La familia
Características de la familia y de su entorno. Expectativas de los padres.
Apoyo emocional y de motivación de los padres y otros miembros de la familia.
Posibilidades de cooperación en las medidas que se tomen.
Por consiguiente, destacamos los factores que en la introducción del capítulo adelantá- bamos que serían objeto de desarrollo y posterior evaluación en los cuestionarios, (un cues- tionario individual y otro de carácter grupal) y que finalmente propondremos como herra- mientas de análisis. Los elementos que componen los cuestionarios también podrán servir de referente para la construcción de guías de observación:
Rasgos intelectuales. Conocimientos previos. Estrategias de aprendizaje. Estilos de aprendizaje.
Motivación para aprender. Autoconcepto y autoestima. Entorno familiar.
Características del grupo-clase.

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