viernes, 31 de mayo de 2019

Cómo ayudar a niños con TDAH o déficit de atención


Dentro del aula es necesario introducir adaptaciones 
ambientales y metodológicas que puedan beneficiar tanto al
alumnado con TDAH como al resto del grupo. 

Entorno físico:
  Ubicar al alumno o alumna cerca del profesor o profesora, facilitando el contacto visual y la supervisión de las tareas, así como el control de los distractores. De esta manera podrá ayudarle a re- conducir la atención con alguna señal no verbal cuando se distrae. Dicha señal será acordada previamente con el niño. (Por ejemplo: una determinada palabra, carraspear, golpear con los nudillos en la mesa…)

  Situarle entre compañeros y compañeras que le sirvan de modelo, le guíen en las tareas y le ayuden en el autocontrol personal.




  Organizar el espacio del aula posibilitando distintos lugares de trabajo: espacio para trabajo en grupo, espacio para trabajo personal, un lugar donde incluso se puede trabajar de pie o en el suelo.

  Utilizar de forma flexible dicha organización en función de las actividades y objetivos que se quieran alcanzar.

  Trasladar estímulos fuera de su campo visual (mapas, carteles, objetos atractivos). Esta medida reducirá las posibilidades de que otros estímulos visuales o auditivos distraigan al alumno o alumna de la actividad que está realizando en cada momento.

  Ubicar al alumno o alumna en un lugar donde las interferencias sean mínimas; por ejemplo, en la parte delantera de la clase, lejos de la ventana y de la puerta, de la papelera, etc.

Propuestas didácticas:
  Proponer actividades significativas para el alumno o alumna, relacionadas con sus conocimientos previos o que tengan que ver con su vida cotidiana y que le susciten interés. Para ello es de vital importancia dedicar el tiempo suficiente para un profundo conocimiento de la individualidad del alumno o alumna: gustos, aficiones, intereses, necesidades…

  Elaborar actividades que impliquen la participación activa del alumno o alumna. Las tareas deben estar organizadas al máximo. Deben ser cortas, graduadas en dificultad y en formatos simplifi- cados para evitar el exceso de información que pueda exceder su capacidad de atención sostenida y generar aburrimiento.

  Fomentar actividades que impliquen trabajo conjunto de profesorado y alumnado.

  Posibilitar el aprendizaje dialógico: grupos interactivos, tertulias, etc.


  Potenciar el aprendizaje cooperativo, es decir, «aprender juntos alumnos y alumnas diferentes».

  Proporcionar pistas visuales que le ayuden a organizarse. Así por ejemplo, láminas con dibujos que informen de qué tipo de tarea está realizando en cada momento. Estas pistas, junto con un apo- yo visual que actúe de recordatorio de las reglas o normas de con- vivencia en el grupo, deberán estar en lugar visible.

  Ofrecer información inmediata y precisa acerca de su rendimiento. Aplicar los principios de «menos es más» y «regular es mejor», es decir que el niño o niña comprenda que es mejor hacer menos tarea y bien hecha que mucha y mal realizada, y por otro lado que comprenda que es mejor hacer la tarea regular que no hacer nada, es decir que aprenda a valorar las aproximaciones y los progresos.

  Conocer su estilo de aprendizaje, sus preferencias y motivaciones, e introducir nuevos elementos metodológicos que le faciliten su motivación hacia el aprendizaje: dibujos, material manipulable, contenidos de su interés, nuevas tecnologías, etc.

  Se debe favorecer un pequeño descanso cada veinte minutos aproximadamente, o cuando se estime que su motivación ha descendido demasiado. En estos casos, facilitar una tarea agradable para el niño o niña por espacio de cinco minutos le ayudará a man- tener su motivación hacia el trabajo. Por ejemplo, realizar un senci- llo crucigrama, una sopa de letras o un sudoku.

Cómo dar instrucciones:
  Proximidad física y contacto ocular. Debemos asegurarnos de que el niño o niña nos está mirando. Si no lo conseguimos, podemos girar su cabeza suavemente con nuestras manos para forzar que lo haga. Si el niño o niña es muy pequeño, puede ser interesan- te agacharnos para ponernos a su altura.

  De una en una, de forma específica.




  Claras, concretas y cortas. De esta manera nos aseguramos de que el niño o niña comprende lo que le estamos indicando. Debemos huir de generalidades (como «pórtate bien») y del exceso de información. Es importante describir exactamente lo que esperamos de él (por ejemplo «debes guardar todos los lápices en su caja»).

  Lenguaje positivo. Es mejor decirle lo que debe hacer en vez de lo que no debe hacer (por ejemplo: «cuando termines la tarea, podrás empezar a jugar con tus compañeros» es mejor que «si no terminas la tarea, no jugarás con tus compañeros», o «habla en voz baja» en lugar de «no grites»)

  Una vez cumplida la instrucción se le debe elogiar inmediata- mente.

  El tono debe ser emocionalmente neutro y meramente informativo.

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