Dentro del aula es necesario introducir adaptaciones
ambientales y metodológicas que puedan beneficiar tanto al
alumnado
con TDAH como
al resto del grupo.
Entorno físico:
• Ubicar
al alumno o alumna cerca del profesor o profesora, facilitando el contacto
visual y la supervisión de las tareas, así como el control
de los distractores. De esta
manera podrá ayudarle a re- conducir la atención con alguna señal
no verbal cuando
se distrae. Dicha señal será
acordada previamente con el niño.
(Por ejemplo: una determinada palabra, carraspear, golpear con los nudillos en la
mesa…)
• Situarle entre compañeros y compañeras que
le sirvan de modelo,
le guíen en las tareas y le ayuden
en el autocontrol personal.
• Organizar el espacio del
aula posibilitando distintos lugares de trabajo: espacio para trabajo en grupo, espacio
para trabajo personal, un lugar donde incluso
se puede trabajar
de pie o en el suelo.
• Utilizar de forma flexible
dicha organización en función de las actividades y objetivos que se quieran alcanzar.
• Trasladar estímulos fuera de su campo visual
(mapas, carteles, objetos atractivos). Esta
medida reducirá
las posibilidades de que otros estímulos visuales o auditivos distraigan al alumno
o alumna de la actividad que está realizando en cada momento.
• Ubicar
al alumno o alumna en un lugar donde las interferencias
sean mínimas; por
ejemplo, en la parte delantera de la clase,
lejos de la ventana
y de la puerta, de la papelera, etc.
Propuestas didácticas:
• Proponer actividades significativas para el alumno
o alumna, relacionadas con sus conocimientos previos o que tengan
que ver con su vida cotidiana y que le susciten interés. Para
ello es de vital
importancia dedicar el tiempo suficiente para un profundo conocimiento de la individualidad del
alumno o alumna:
gustos, aficiones, intereses, necesidades…
• Elaborar
actividades que impliquen la participación activa del alumno o alumna. Las tareas
deben estar organizadas al máximo. Deben ser cortas, graduadas en dificultad y en formatos
simplifi- cados para
evitar el exceso
de información que
pueda exceder su capacidad de atención sostenida
y generar aburrimiento.
• Fomentar actividades que impliquen trabajo
conjunto de profesorado y alumnado.
• Posibilitar el aprendizaje dialógico: grupos interactivos, tertulias, etc.
• Potenciar
el aprendizaje cooperativo, es decir, «aprender
juntos alumnos y alumnas diferentes».
• Proporcionar
pistas visuales que
le ayuden a organizarse. Así
por ejemplo, láminas con dibujos que informen de qué tipo de tarea
está realizando en cada
momento. Estas pistas,
junto con un apo-
yo visual que actúe de recordatorio de las reglas o normas de con-
vivencia en el grupo, deberán
estar en lugar
visible.
• Ofrecer información inmediata
y precisa acerca de su rendimiento. Aplicar los principios de «menos es más» y «regular
es mejor», es decir que el niño o niña comprenda que es mejor hacer menos tarea y bien hecha que mucha y mal realizada, y por otro lado que
comprenda que es mejor
hacer la tarea regular que no hacer
nada, es decir que aprenda
a valorar las aproximaciones y los progresos.
• Conocer
su estilo de aprendizaje, sus preferencias y motivaciones, e introducir nuevos elementos metodológicos que le faciliten su motivación hacia el aprendizaje: dibujos, material manipulable, contenidos de su interés, nuevas
tecnologías, etc.
• Se
debe favorecer un pequeño descanso
cada veinte minutos aproximadamente, o cuando se estime que su motivación ha descendido demasiado. En estos casos,
facilitar una tarea agradable para el niño o niña por espacio de cinco minutos
le ayudará a man-
tener su motivación hacia el trabajo. Por ejemplo, realizar un senci-
llo crucigrama, una sopa de letras o un sudoku.
Cómo dar instrucciones:
• Proximidad física y contacto
ocular. Debemos asegurarnos de que el niño o niña nos está mirando. Si no lo conseguimos, podemos girar
su cabeza suavemente con nuestras manos
para forzar que lo haga.
Si el niño o niña es muy pequeño, puede
ser interesan- te agacharnos para ponernos a su altura.
• De una en una,
de forma específica.
• Claras, concretas y
cortas. De esta manera nos aseguramos de
que el niño o niña comprende
lo que le estamos
indicando. Debemos huir de generalidades (como «pórtate bien») y del exceso de información. Es importante describir exactamente lo que esperamos
de él (por ejemplo «debes guardar todos los lápices
en su caja»).
• Lenguaje positivo. Es mejor decirle
lo que debe hacer en vez de lo
que no debe hacer (por
ejemplo: «cuando termines la tarea,
podrás empezar a jugar
con tus compañeros» es mejor que
«si no terminas la tarea,
no jugarás con tus compañeros», o «habla en voz baja»
en lugar de «no grites»)
• Una vez cumplida
la instrucción se le debe elogiar inmediata- mente.
• El tono debe ser emocionalmente neutro y meramente informativo.
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