COMPETENCIAS EN EL CURRÍCULO
La
incorporación de competencias básicas al currículo permite poner el acento en
aquellos aprendizajes que se consideran imprescindibles, desde un planteamiento
integrador y orientado a la aplicación de los saberes adquiridos. De ahí su
carácter básico. Son aquellas competencias que debe haber desarrollado un joven
o una joven al finalizar la enseñanza obligatoria para poder lograr su
realización personal, ejercer la ciudadanía activa, incorporarse a la vida
adulta de manera satisfactoria y ser capaz de desarrollar un aprendizaje
permanente a lo largo de la vida.
La
inclusión de las competencias básicas en el currículo tiene varias finalidades.
En primer lugar, integrar los diferentes aprendizajes, tanto los formales, incorporados
a las diferentes áreas o materias, como los informales y no formales. En
segundo lugar, permitir a todos los estudiantes integrar sus aprendizajes,
ponerlos en relación con distintos tipos de contenidos y utilizarlos de manera
efectiva cuando les resulten necesarios en diferentes situaciones y contextos.
Y, por último, orientar la enseñanza, al permitir identificar los contenidos y
los criterios de evaluación que tienen carácter imprescindible y, en general,
inspirar las distintas decisiones relativas al proceso de enseñanza y de
aprendizaje.
Con
las áreas y materias del currículo se pretende que todos los alumnos y las
alumnas alcancen los objetivos educativos y, consecuentemente, también que
adquieran las competencias básicas. Sin embargo, no existe una relación unívoca
entre la enseñanza de determinadas áreas o materias y el desarrollo de ciertas
competencias. Cada una de las áreas contribuye al desarrollo de diferentes
competencias y, a su vez, cada una de las competencias básicas se alcanzará
como consecuencia del trabajo en varias áreas o materias.
El
trabajo en las áreas y materias del currículo para contribuir al desarrollo de
las competencias básicas debe complementarse con diversas medidas organizativas
y funcionales, imprescindibles para su desarrollo. Así, la organización y el
funcionamiento de los centros y las aulas, la participación del alumnado, las
normas de régimen interno, el uso de determinadas metodologías y recursos
didácticos, o la concepción, organización y funcionamiento de la biblioteca
escolar, entre otros aspectos, pueden favorecer o dificultar el desarrollo de
competencias asociadas a la comunicación, el análisis del entorno físico, la
creación, la convivencia y la ciudadanía, o la alfabetización digital.
Igualmente, la acción tutorial permanente puede contribuir de modo determinante
a la adquisición de competencias relacionadas con la regulación de los
aprendizajes, el desarrollo emocional o las habilidades sociales. Por último,
la planificación de las actividades complementarias y extraescolares puede
reforzar el desarrollo del conjunto de las competencias básicas.
En
el marco de la propuesta realizada por la Unión Europea , y de
acuerdo con las consideraciones que se acaban de exponer, se han identificado
ocho competencias básicas:
1. Competencia en comunicación lingüística
2. Competencia matemática
3. Competencia en el conocimiento y la interacción con el
mundo físico
4. Tratamiento de la información y
competencia digital
5. Competencia social y ciudadana
6. Competencia cultural y artística
7. Competencia para aprender a aprender
8. Autonomía e iniciativa personal
En
este Anexo se recogen la descripción, finalidad y aspectos distintivos de estas
competencias y se pone de manifiesto, en cada una de ellas, el nivel
considerado básico que debe alcanzar todo el alumnado al finalizar la educación
secundaria obligatoria.
El
currículo de la educación secundaria obligatoria se estructura en materias, es
en ellas en las que han de buscarse los referentes que permitan el desarrollo y
adquisición de las competencias en esta etapa. Así pues, en cada materia se
incluyen referencias explícitas acerca de su contribución a aquellas
competencias básicas a las se orienta en mayor medida. Por otro lado, tanto los
objetivos como la propia selección de los contenidos buscan asegurar el
desarrollo de todas ellas. Los criterios de evaluación, sirven de referencia
para valorar el progresivo grado de adquisición.
1. COMPETENCIA
EN COMUNICACIÓN LINGÜÍSTICA
Esta
competencia se refiere a la utilización del lenguaje como instrumento de comunicación oral y escrita, de representación, interpretación y comprensión de la
realidad, de construcción y
comunicación del conocimiento y de organización y autorregulación del
pensamiento, las emociones y la conducta.
Los
conocimientos, destrezas y actitudes
propios de esta competencia permiten expresar pensamientos, emociones,
vivencias y opiniones, así como dialogar, formarse un juicio crítico y ético,
generar ideas, estructurar el conocimiento, dar coherencia y cohesión al
discurso y a las propias acciones y tareas, adoptar decisiones, y disfrutar
escuchando, leyendo o expresándose de forma oral y escrita, todo lo cual
contribuye además al desarrollo de la autoestima y de la confianza en sí mismo.
Comunicarse
y conversar son acciones que suponen habilidades para establecer vínculos y
relaciones constructivas con los demás y con el entorno, y acercarse a nuevas
culturas, que adquieren consideración y respeto en la medida en que se conocen.
Por ello, la competencia de comunicación lingüística está presente en la
capacidad efectiva de convivir y de resolver conflictos.
Escuchar,
exponer y dialogar implica ser consciente de los principales tipos de
interacción verbal, ser progresivamente competente en la expresión y
comprensión de los mensajes orales que se intercambian en situaciones
comunicativas diversas y adaptar la comunicación al contexto. Supone también la
utilización activa y efectiva de códigos y habilidades lingüísticas y no
lingüísticas y de las reglas propias del intercambio comunicativo en diferentes
situaciones, para producir textos orales adecuados a cada situación de
comunicación.
Leer
y escribir son acciones que suponen y refuerzan las habilidades que permiten buscar, recopilar y procesar
información, y ser competente a la hora de comprender, componer y utilizar
distintos tipos de textos con intenciones comunicativas o creativas diversas.
La lectura facilita la interpretación y comprensión del código que permite
hacer uso de la lengua escrita y es, además, fuente de placer, de
descubrimiento de otros entornos, idiomas y culturas, de fantasía y de saber,
todo lo cual contribuye a su vez a conservar y mejorar la competencia
comunicativa.
La
habilidad para seleccionar y aplicar determinados propósitos u objetivos a las
acciones propias de la comunicación lingüística (el diálogo, la lectura, la
escritura, etc.) está vinculada a algunos rasgos fundamentales de esta
competencia como las habilidades para representarse
mentalmente, interpretar y comprender la realidad, y organizar y autorregular
el conocimiento y la acción dotándolos de coherencia.
Comprender y saber comunicar
son saberes prácticos que han de apoyarse en el conocimiento reflexivo sobre el
funcionamiento del lenguaje y sus normas de uso, e implican la capacidad de
tomar el lenguaje como objeto de observación y análisis. Expresar e interpretar diferentes tipos de discurso
acordes a la situación comunicativa en diferentes contextos sociales y
culturales, implica el conocimiento y aplicación efectiva de las reglas de funcionamiento del sistema de la
lengua y de las estrategias necesarias para interactuar lingüísticamente de una
manera adecuada.
Disponer de esta competencia conlleva tener
conciencia de las convenciones sociales, de los valores y aspectos culturales y
de la versatilidad del lenguaje en función del contexto y la intención
comunicativa. Implica la capacidad empática de ponerse en el lugar de otras
personas; de leer, escuchar, analizar y tener en cuenta opiniones distintas a
la propia con sensibilidad y espíritu crítico; de expresar adecuadamente –en
fondo y forma- las propias ideas y emociones, y de aceptar y realizar críticas
con espíritu constructivo.
Con
distinto nivel de dominio y formalización -especialmente en lengua escrita-
esta competencia significa, en el caso de las lenguas extranjeras, poder
comunicarse en algunas de ellas y, con ello, enriquecer las relaciones sociales
y desenvolverse en contextos distintos al propio. Asimismo, se favorece el
acceso a más y diversas fuentes de información, comunicación y aprendizaje.
En
síntesis, el desarrollo de la competencia lingüística al final de la educación
obligatoria comporta el dominio de la lengua oral y escrita en múltiples
contextos, y el uso funcional de, al menos, una lengua extranjera.
2.
COMPETENCIA MATEMÁTICA
Consiste
en la habilidad para utilizar y relacionar los números, sus operaciones
básicas, los símbolos y las formas de expresión y razonamiento matemático,
tanto para producir e interpretar distintos tipos de información, como para
ampliar el conocimiento sobre aspectos cuantitativos y espaciales de la
realidad, y para resolver problemas relacionados con la vida cotidiana y con el
mundo laboral.
Forma
parte de la competencia matemática la habilidad para interpretar y expresar con
claridad y precisión informaciones, datos y argumentaciones, lo que aumenta la
posibilidad real de seguir aprendiendo a lo largo de la vida, tanto en el
ámbito escolar o académico como fuera de él, y favorece la participación
efectiva en la vida social.
Asimismo
esta competencia implica el conocimiento y manejo de los elementos matemáticos
básicos (distintos tipos de números, medidas, símbolos, elementos geométricos,
etc.) en situaciones reales o simuladas de la vida cotidiana, y la puesta en
práctica de procesos de razonamiento que llevan a la solución de los problemas
o a la obtención de información. Estos procesos permiten aplicar esa
información a una mayor variedad de situaciones y contextos, seguir cadenas
argumentales identificando las ideas fundamentales, y estimar y enjuiciar la
lógica y validez de argumentaciones e informaciones. En consecuencia, la
competencia matemática supone la habilidad para seguir determinados procesos de
pensamiento (como la inducción y la deducción, entre otros) y aplicar algunos
algoritmos de cálculo o elementos de la lógica, lo que conduce a identificar la
validez de los razonamientos y a valorar el grado de certeza asociado a los
resultados derivados de los razonamientos válidos.
La
competencia matemática implica una disposición favorable y de progresiva
seguridad y confianza hacia la información y las situaciones (problemas,
incógnitas, etc.) que contienen elementos o soportes matemáticos, así como
hacia su utilización cuando la situación lo aconseja, basadas en el respeto y
el gusto por la certeza y en su búsqueda a través del razonamiento.
Esta
competencia cobra realidad y sentido en la medida que los elementos y
razonamientos matemáticos son utilizados para enfrentarse a aquellas
situaciones cotidianas que los precisan. Por tanto, la identificación de tales
situaciones, la aplicación de estrategias de resolución de problemas, y la
selección de las técnicas adecuadas para calcular, representar e interpretar la
realidad a partir de la información disponible están incluidas en ella . En
definitiva, la posibilidad real de utilizar la actividad matemática en
contextos tan variados como sea posible. Por ello, su desarrollo en la
educación obligatoria se alcanzará en la medida en que los conocimientos
matemáticos se apliquen de manera espontánea a una amplia variedad de
situaciones, provenientes de otros campos de conocimiento y de la vida
cotidiana.
El
desarrollo de la competencia matemática al final de la educación
obligatoria, conlleva utilizar
espontáneamente -en los ámbitos personal y social- los elementos y
razonamientos matemáticos para interpretar y producir información, para
resolver problemas provenientes de situaciones cotidianas y para tomar
decisiones. En definitiva, supone aplicar aquellas destrezas y actitudes que
permiten razonar matemáticamente, comprender una argumentación matemática y
expresarse y comunicarse en el lenguaje matemático, utilizando las herramientas
de apoyo adecuadas, e integrando el conocimiento matemático con otros tipos de
conocimiento para dar una mejor respuesta a las situaciones de la vida de
distinto nivel de complejidad.
3. COMPETENCIA EN EL CONOCIMIENTO Y LA INTERACCIÓN CON EL
MUNDO FÍSICO
Es
la habilidad para interactuar con el mundo físico, tanto en sus aspectos
naturales como en los generados por la acción humana, de tal modo que se
posibilita la comprensión de sucesos, la predicción de consecuencias y la
actividad dirigida a la mejora y preservación de las condiciones de vida
propia, de las demás personas y del resto de los seres vivos. En definitiva,
incorpora habilidades para desenvolverse adecuadamente, con autonomía e
iniciativa personal en ámbitos de la vida y del conocimiento muy diversos
(salud, actividad productiva, consumo, ciencia, procesos tecnológicos, etc.) y
para interpretar el mundo, lo que exige la aplicación de los conceptos y
principios básicos que permiten el análisis de los fenómenos desde los
diferentes campos de conocimiento científico involucrados.
Así,
forma parte de esta competencia la adecuada percepción del espacio físico en el
que se desarrollan la vida y la actividad humana, tanto a gran escala como en
el entorno inmediato, y la habilidad para interactuar con el espacio
circundante: moverse en él y resolver problemas en los que intervengan los
objetos y su posición.
Asimismo,
la competencia de interactuar con el espacio físico lleva implícito ser
consciente de la influencia que tiene la presencia de las personas en el
espacio, su asentamiento, su actividad, las modificaciones que introducen y los
paisajes resultantes, así como de la importancia de que todos los seres humanos
se beneficien del desarrollo y de que éste procure la conservación de los
recursos y la diversidad natural, y se mantenga la solidaridad global e
intergeneracional. Supone asimismo demostrar espíritu crítico en la observación
de la realidad y en el análisis de los mensajes informativos y publicitarios,
así como unos hábitos de consumo responsable en la vida cotidiana.
Esta
competencia, y partiendo del conocimiento del cuerpo humano, de la naturaleza y
de la interacción de los hombres y mujeres con ella, permite argumentar
racionalmente las consecuencias de unos u otros modos de vida, y adoptar una
disposición a una vida física y mental saludable en un entorno natural y social
también saludable. Asimismo, supone considerar la doble dimensión –individual y
colectiva- de la salud, y mostrar actitudes de responsabilidad y respeto hacia
los demás y hacia uno mismo.
Esta
competencia hace posible identificar preguntas o problemas y obtener
conclusiones basadas en pruebas, con la finalidad de comprender y tomar
decisiones sobre el mundo físico y sobre los cambios que la actividad humana
produce sobre el medio ambiente, la salud y la calidad de vida de las personas.
Supone la aplicación de estos conocimientos y procedimientos para dar respuesta
a lo que se percibe como demandas o necesidades de las personas, de las
organizaciones y del medio ambiente.
También
incorpora la aplicación de algunas nociones, conceptos científicos y técnicos,
y de teorías científicas básicas previamente comprendidas. Esto implica la
habilidad progresiva para poner en práctica los procesos y actitudes propios
del análisis sistemático y de indagación científica: identificar y plantear
problemas relevantes; realizar observaciones directas e indirectas con
conciencia del marco teórico o interpretativo que las dirige; formular
preguntas; localizar, obtener, analizar y representar información cualitativa y
cuantitativa; plantear y contrastar soluciones tentativas o hipótesis; realizar
predicciones e inferencias de distinto nivel de complejidad; e identificar el
conocimiento disponible, teórico y empírico) necesario para responder a las
preguntas científicas, y para obtener, interpretar, evaluar y comunicar
conclusiones en diversos contextos (académico, personal y social). Asimismo,
significa reconocer la naturaleza, fortalezas y límites de la actividad
investigadora como construcción social del conocimiento a lo largo de la
historia.
Esta
competencia proporciona, además, destrezas asociadas a la planificación y
manejo de soluciones técnicas, siguiendo criterios de economía y eficacia, para
satisfacer las necesidades de la vida cotidiana y del mundo laboral.
En
definitiva, esta competencia supone el desarrollo y aplicación del pensamiento
científico-técnico para interpretar la información que se recibe y para
predecir y tomar decisiones con iniciativa y autonomía personal en un mundo en
el que los avances que se van produciendo en los ámbitos científico y
tecnológico tienen una influencia decisiva en la vida personal, la sociedad y
el mundo natural. Asimismo, implica la diferenciación y valoración del
conocimiento científico al lado de otras formas de conocimiento, y la
utilización de valores y criterios éticos asociados a la ciencia y al
desarrollo tecnológico.
En
coherencia con las habilidades y destrezas relacionadas hasta aquí, son parte
de esta competencia básica el uso responsable de los recursos naturales, el
cuidado del medio ambiente, el consumo racional y responsable, y la protección
de la salud individual y colectiva como elementos clave de la calidad de vida
de las personas.
4. TRATAMIENTO DE LA INFORMACIÓN Y COMPETENCIA DIGITAL
Esta competencia consiste en disponer de habilidades
para buscar, obtener, procesar y comunicar información, y para transformarla en conocimiento. Incorpora
diferentes habilidades, que van desde el acceso a la información hasta su
transmisión en distintos soportes una vez tratada, incluyendo la utilización de
las tecnologías de la información y la comunicación como elemento esencial para
informarse, aprender y comunicarse.
Está asociada con la búsqueda, selección, registro y
tratamiento o análisis de la información, utilizando técnicas y estrategias
diversas para acceder a ella según la fuente a la que se acuda y el soporte que
se utilice (oral, impreso, audiovisual, digital o multimedia). Requiere el
dominio de lenguajes específicos básicos (textual, numérico, icónico, visual,
gráfico y sonoro) y de sus pautas de decodificación y transferencia, así como
aplicar en distintas situaciones y contextos el conocimiento de los diferentes tipos de información, sus fuentes, sus
posibilidades y su localización, así como los lenguajes y soportes más
frecuentes en los que ésta suele expresarse.
Disponer de información no produce de forma automática
conocimiento. Transformar la información en conocimiento exige de destrezas de
razonamiento para organizarla, relacionarla, analizarla, sintetizarla y hacer
inferencias y deducciones de distinto nivel de complejidad; en definitiva,
comprenderla e integrarla en los esquemas previos de conocimiento. Significa,
asimismo, comunicar la información y los conocimientos adquiridos empleando recursos expresivos que incorporen, no sólo
diferentes lenguajes y técnicas específicas, sino también las posibilidades que
ofrecen las tecnologías de la información y la comunicación.
Ser
competente en la utilización de las tecnologías de la información y la
comunicación como instrumento de trabajo
intelectual incluye utilizarlas en su doble función de transmisoras y generadoras
de información y conocimiento. Se utilizarán en su función generadora al
emplearlas, por ejemplo, como herramienta en el uso de modelos de procesos
matemáticos, físicos, sociales, económicos o artísticos. Asimismo, esta
competencia permite procesar y gestionar adecuadamente información
abundante y compleja, resolver problemas reales, tomar decisiones, trabajar en
entornos colaborativos ampliando los
entornos de comunicación para participar en comunidades de aprendizaje formales
e informales, y generar producciones responsables y creativas.
La competencia digital incluye utilizar las
tecnologías de la información y la comunicación extrayendo su máximo
rendimiento a partir de la comprensión de la naturaleza y modo de operar de los
sistemas tecnológicos, y del efecto que esos cambios tienen en el mundo
personal y sociolaboral. Asimismo supone manejar estrategias para identificar y
resolver los problemas habituales de software y hardware que vayan surgiendo.
Igualmente permite aprovechar la información que proporcionan y analizarla de
forma crítica mediante el trabajo personal
autónomo y el trabajo colaborativo, tanto en su vertiente sincrónica como
diacrónica, conociendo y relacionándose con entornos físicos y sociales cada
vez más amplios. Además de utilizarlas como herramienta para organizar
la información, procesarla y orientarla para conseguir objetivos y fines de
aprendizaje, trabajo y ocio previamente establecidos.
En definitiva, la competencia digital comporta hacer
uso habitual de los recursos tecnológicos
disponibles para resolver problemas reales de modo eficiente. Al mismo tiempo,
posibilita evaluar y seleccionar nuevas fuentes de información e innovaciones
tecnológicas a medida que van apareciendo, en función de su utilidad para
acometer tareas u objetivos específicos.
En
síntesis, el tratamiento
de la información y la competencia digital implican ser una persona
autónoma, eficaz, responsable, crítica y reflexiva al seleccionar, tratar y
utilizar la información y sus fuentes, así como las distintas herramientas
tecnológicas; también tener una actitud critica y reflexiva en la valoración de
la información disponible, contrastándola cuando es necesario, y respetar las
normas de conducta acordadas socialmente para regular el uso de la información
y sus fuentes en los distintos soportes.
5.
COMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA
Esta
competencia hace posible comprender la realidad social en que se vive,
cooperar, convivir y ejercer la
ciudadanía democrática en una sociedad plural, así como comprometerse a contribuir
a su mejora. En ella están integrados conocimientos diversos y
habilidades complejas que permiten participar, tomar decisiones, elegir cómo
comportarse en determinadas situaciones y responsabilizarse de las elecciones y
decisiones adoptadas.
Globalmente
supone utilizar, para desenvolverse socialmente, el conocimiento sobre la
evolución y organización de las sociedades y sobre los rasgos y valores del
sistema democrático, así como utilizar el juicio moral para elegir y tomar
decisiones, y ejercer activa y responsablemente los derechos y deberes de la
ciudadanía.
Esta
competencia favorece la comprensión de la realidad histórica y social del
mundo, su evolución, sus logros y sus problemas. La comprensión crítica de la
realidad exige experiencia, conocimientos y conciencia de la existencia de
distintas perspectivas al analizar esa realidad. Conlleva recurrir al análisis
multicausal y sistémico para enjuiciar los hechos y problemas sociales e
históricos y para reflexionar sobre ellos de forma global y crítica, así como
realizar razonamientos críticos y lógicamente válidos sobre situaciones reales,
y dialogar para mejorar colectivamente la comprensión de la realidad.
Significa
también entender los rasgos de las sociedades actuales, su creciente pluralidad
y su carácter evolutivo, además de demostrar comprensión de la aportación que
las diferentes culturas han hecho a la evolución y progreso de la humanidad, y
disponer de un sentimiento común de pertenencia a la sociedad en que se vive. En definitiva, mostrar un
sentimiento de ciudadanía global compatible con la identidad local.
Asimismo,
forman parte fundamental de esta competencia aquellas habilidades sociales que
permiten saber que los conflictos de valores e intereses forman parte de la
convivencia, resolverlos con actitud constructiva y tomar decisiones con
autonomía empleando, tanto los conocimientos sobre la sociedad como una escala
de valores construida mediante la reflexión crítica y el diálogo en el marco de
los patrones culturales básicos de cada región, país o comunidad.
La
dimensión ética de la competencia social y ciudadana entraña ser consciente de
los valores del entorno, evaluarlos y reconstruirlos afectiva y racionalmente
para crear progresivamente un sistema de valores propio y comportarse en coherencia
con ellos al afrontar una decisión o un conflicto. Ello supone entender que no
toda posición personal es ética si no está basada en el respeto a principios o
valores universales como los que encierra la Declaración de los
Derechos Humanos.
En consecuencia, entre las habilidades de esta
competencia destacan conocerse y valorarse, saber comunicarse en distintos
contextos, expresar las propias ideas y escuchar las ajenas, ser capaz de
ponerse en el lugar del otro y comprender su punto de vista aunque sea
diferente del propio, y tomar decisiones en los distintos niveles de la vida
comunitaria, valorando conjuntamente los intereses individuales y los del
grupo. Además
implica, la valoración de las diferencias a la vez que el reconocimiento de la
igualdad de derechos entre los diferentes colectivos, en particular, entre
hombres y mujeres Igualmente la práctica del diálogo y de la negociación para
llegar a acuerdos como forma de resolver los conflictos, tanto en el ámbito
personal como en el social.
Por último, forma parte de esta competencia el
ejercicio de una ciudadanía activa e integradora que exige el conocimiento y
comprensión de los valores en que se asientan los estados y sociedades
democráticas, de sus fundamentos, modos de organización y funcionamiento. Esta
competencia permite reflexionar críticamente sobre los conceptos de democracia,
libertad, solidaridad, corresponsabilidad, participación y ciudadanía, con
particular atención a los derechos y deberes reconocidos en las declaraciones
internacionales, en la
Constitución española y en la legislación autonómica, así
como a su aplicación por parte de diversas instituciones; y mostrar un
comportamiento coherente con los valores democráticos, que a su vez conlleva
disponer de habilidades como la toma de conciencia de los propios pensamientos,
valores, sentimientos y acciones, y el control y autorregulación de los mismos.
En definitiva, el ejercicio de la ciudadanía implica
disponer de habilidades para participar activa y plenamente en la vida cívica.
Significa construir, aceptar y practicar normas de convivencia acordes con los
valores democráticos, ejercitar los derechos, libertades, responsabilidades y
deberes cívicos, y defender los derechos de los demás.
En síntesis, esta competencia supone comprender la
realidad social en que se vive, afrontar la convivencia y los conflictos
empleando el juicio ético basado en los valores y prácticas democráticas, y
ejercer la ciudadanía, actuando con criterio propio, contribuyendo a la
construcción de la paz y la democracia, y manteniendo una actitud constructiva,
solidaria y responsable ante el cumplimiento de los derechos y obligaciones
cívicas.
6. COMPETENCIA CULTURAL Y ARTÍSTICA
Esta
competencia supone conocer, comprender, apreciar y valorar críticamente
diferentes manifestaciones culturales y artísticas, utilizarlas como fuente de
enriquecimiento y disfrute y considerarlas como parte del patrimonio de los
pueblos.
Apreciar
el hecho cultural en general, y el hecho artístico en particular, lleva
implícito disponer de aquellas habilidades y actitudes que permiten acceder a
sus distintas manifestaciones, así como habilidades de pensamiento, perceptivas
y comunicativas, sensibilidad y sentido estético para poder comprenderlas,
valorarlas, emocionarse y disfrutarlas.
Esta
competencia implica poner en juego habilidades de pensamiento divergente y
convergente, puesto que comporta reelaborar ideas y sentimientos propios y
ajenos; encontrar fuentes, formas y cauces de comprensión y expresión;
planificar, evaluar y ajustar los procesos necesarios para alcanzar unos
resultados, ya sea en el ámbito personal o académico. Se trata, por tanto, de
una competencia que facilita tanto expresarse y comunicarse como percibir,
comprender y enriquecerse con diferentes realidades y producciones del mundo
del arte y de la cultura.
Requiere
poner en funcionamiento la iniciativa, la imaginación y la creatividad para
expresarse mediante códigos artísticos y, en la medida en que las actividades
culturales y artísticas suponen en muchas ocasiones un trabajo colectivo, es
preciso disponer de habilidades de cooperación para contribuir a la consecución
de un resultado final, y tener conciencia de la importancia de apoyar y
apreciar las iniciativas y contribuciones ajenas.
La
competencia artística incorpora asimismo el conocimiento básico de las
principales técnicas, recursos y convenciones de los diferentes lenguajes
artísticos, así como de las obras y manifestaciones más destacadas del
patrimonio cultural. Además supone identificar las relaciones existentes entre
esas manifestaciones y la sociedad -la mentalidad y las posibilidades técnicas
de la época en que se crean-, o con la persona o colectividad que las crea.
Esto significa también tener conciencia de la evolución del pensamiento, de las
corrientes estéticas, las modas y los gustos, así como de la importancia
representativa, expresiva y comunicativa que los factores estéticos han
desempeñado y desempeñan en la vida cotidiana de la persona y de las
sociedades.
Supone
igualmente una actitud de aprecio de la creatividad implícita en la expresión
de ideas, experiencias o sentimientos a través de diferentes medios artísticos,
como la música, la literatura, las artes visuales y escénicas, o de las
diferentes formas que adquieren las llamadas artes populares. Exige asimismo
valorar la libertad de expresión, el derecho a la diversidad cultural, la
importancia del diálogo intercultural y la realización de experiencias
artísticas compartidas.
En síntesis, el
conjunto de destrezas que configuran esta competencia se refiere tanto a la
habilidad para apreciar y disfrutar con el arte y otras manifestaciones
culturales, como a aquellas relacionadas con el empleo de algunos recursos de
la expresión artística para realizar creaciones propias; implica un conocimiento básico
de las distintas manifestaciones culturales y artísticas, la aplicación de
habilidades de pensamiento divergente y de trabajo colaborativo, una actitud
abierta, respetuosa y crítica hacia la diversidad de expresiones artísticas y
culturales, el deseo y voluntad de cultivar la propia capacidad estética y
creadora, y un interés por participar en la vida cultural y por contribuir a la
conservación del patrimonio cultural y artístico, tanto de la propia comunidad,
como de otras comunidades.
7.
COMPETENCIA PARA APRENDER A APRENDER
Aprender
a aprender supone disponer de habilidades para iniciarse en el aprendizaje y
ser capaz de continuar aprendiendo de manera cada vez más eficaz y autónoma de
acuerdo a los propios objetivos y necesidades.
Esta
competencia tiene dos dimensiones fundamentales. Por un lado, la adquisición de
la conciencia de las propias capacidades (intelectuales, emocionales, físicas),
del proceso y las estrategias necesarias para desarrollarlas, así como de lo
que se puede hacer por uno mismo y de lo que se puede hacer con ayuda de otras
personas o recursos. Por otro lado,
disponer de un sentimiento de competencia personal, que redunda en la
motivación, la confianza en uno mismo y el gusto por aprender.
Significa
ser consciente de lo que se sabe y de lo que es necesario aprender, de cómo se
aprende, y de cómo se gestionan y controlan de forma eficaz los procesos de
aprendizaje, optimizándolos y orientándolos a satisfacer objetivos personales.
Requiere conocer las propias potencialidades y carencias, sacando provecho de
las primeras y teniendo motivación y voluntad para superar las segundas desde
una expectativa de éxito, aumentando progresivamente la seguridad para afrontar
nuevos retos de aprendizaje.
Por
ello, comporta tener conciencia de aquellas capacidades que entran en juego en
el aprendizaje, como la atención, la concentración, la memoria, la comprensión
y la expresión lingüística o la motivación de logro, entre otras, y obtener un
rendimiento máximo y personalizado de las mismas con la ayuda de distintas
estrategias y técnicas: de estudio, de observación y registro sistemático de
hechos y relaciones, de trabajo cooperativo y por proyectos, de resolución de
problemas, de planificación y organización de actividades y tiempos de forma efectiva,
o del conocimiento sobre los diferentes recursos y fuentes para la recogida,
selección y tratamiento de la información, incluidos los recursos tecnológicos.
Implica
asimismo la curiosidad de plantearse preguntas, identificar y manejar la
diversidad de respuestas posibles ante una misma situación o problema
utilizando diversas estrategias y metodologías que permitan afrontar la toma de
decisiones, racional y críticamente, con la información disponible.
Incluye,
además, habilidades para obtener información -ya sea individualmente o en colaboración- y, muy especialmente, para
transformarla en conocimiento propio, relacionando e integrando la nueva
información con los conocimientos previos y con la propia experiencia personal
y sabiendo aplicar los nuevos conocimientos y capacidades en situaciones
parecidas y contextos diversos.
Por
otra parte, esta competencia requiere plantearse metas alcanzables a corto,
medio y largo plazo y cumplirlas, elevando los objetivos de aprendizaje de
forma progresiva y realista.
Hace
necesaria también la perseverancia en el aprendizaje, desde su valoración como
un elemento que enriquece la vida personal y social y que es, por tanto,
merecedor del esfuerzo que requiere. Conlleva ser capaz de autoevaluarse y
autorregularse, responsabilidad y compromiso personal, saber administrar el
esfuerzo, aceptar los errores y aprender de y con los demás.
En
síntesis, aprender a aprender implica la conciencia, gestión y control de las
propias capacidades y conocimientos desde un sentimiento de competencia o
eficacia personal, e incluye tanto el pensamiento estratégico, como la
capacidad de cooperar, de autoevaluarse, y el manejo eficiente de un conjunto
de recursos y técnicas de trabajo intelectual, todo lo cual se desarrolla a
través de experiencias de aprendizaje conscientes y gratificantes, tanto
individuales como colectivas.
8. AUTONOMÍA E INICIATIVA PERSONAL
Esta competencia se refiere, por una parte, a la
adquisición de la conciencia y
aplicación de un conjunto de valores y actitudes personales interrelacionadas,
como la responsabilidad, la perseverancia, el conocimiento de sí mismo y la
autoestima, la creatividad, la autocrítica, el control emocional, la capacidad
de elegir, de calcular riesgos y de afrontar los problemas, así como la capacidad
de demorar la necesidad de satisfacción inmediata, de aprender de los errores y
de asumir riesgos.
Por otra parte, remite a la capacidad de elegir con
criterio propio, de imaginar proyectos, y de llevar adelante las acciones
necesarias para desarrollar las opciones y planes personales -en el marco de
proyectos individuales o colectivos- responsabilizándose de ellos, tanto en el
ámbito personal, como social y laboral.
Supone
poder transformar las ideas en acciones; es decir, proponerse objetivos y planificar
y llevar a cabo proyectos. Requiere, por tanto, poder reelaborar los
planteamientos previos o elaborar nuevas ideas, buscar soluciones y llevarlas a
la práctica. Además, analizar posibilidades y limitaciones, conocer las fases de desarrollo de un proyecto,
planificar, tomar decisiones, actuar, evaluar lo hecho y autoevaluarse,
extraer conclusiones y valorar las posibilidades de mejora.
Exige,
por todo ello, tener una visión estratégica de los retos y oportunidades que
ayude a identificar y cumplir objetivos y a mantener la motivación para lograr
el éxito en las tareas emprendidas, con una sana ambición personal, académica y
profesional.
Igualmente ser capaz de poner en relación la oferta académica, laboral o de
ocio disponible, con las capacidades, deseos y proyectos personales.
Además,
comporta una actitud positiva hacia el cambio y la innovación que presupone
flexibilidad de planteamientos, pudiendo comprender dichos cambios como
oportunidades, adaptarse crítica y constructivamente a ellos, afrontar los
problemas y encontrar soluciones en cada uno de los proyectos vitales que se
emprenden.
En
la medida en que la autonomía e iniciativa personal involucran a menudo a otras
personas, esta competencia obliga a disponer de habilidades sociales para
relacionarse, cooperar y trabajar en equipo: ponerse en el lugar del otro, valorar las ideas de los demás,
dialogar y negociar, la asertividad para hacer saber adecuadamente a los demás
las propias decisiones, y trabajar de forma cooperativa y flexible.
Otra
dimensión importante de esta competencia, muy relacionada con esta vertiente
más social, está constituida por aquellas habilidades y actitudes relacionadas
con el liderazgo de proyectos, que incluyen la confianza en uno mismo, la
empatía, el espíritu de superación, las habilidades para el diálogo y la
cooperación, la organización de tiempos y tareas, la capacidad de afirmar y
defender derechos o la asunción de riesgos.
En
síntesis, la autonomía y la iniciativa personal suponen ser capaz de imaginar,
emprender, desarrollar y evaluar acciones o proyectos individuales o colectivos
con creatividad, confianza, responsabilidad y sentido crítico.
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