Diagnosis de autismo en niños con síndrome de Down
Resumen
No menos del 10% de las personas con síndrome de
Down puede también padecer autismo. Los datos exactos son difíciles de obtener.
Muchos casos no están diagnosticados o lo están a edades tardías. A la hora de
hacer el diagnóstico, muchos profesionales bien no son conscientes de que las
dos condiciones pueden coexistir, bien se muestran reticentes a dar el segundo
diagnóstico. Diagnosticar el autismo es mucho más complicado que diagnosticar
el Síndrome de Down: no hay análisis de sangre, ni marcador genético, ni
características faciales u otras que se apliquen a todas las personas autistas.
El diagnóstico es subjetivo y se basa en una serie de observaciones concurrentes
de ciertos comportamientos. El diagnóstico y el tratamiento del autismo es
mucho más crítico que el del síndrome de Down. Sin una detección y una
intervención precoces, la vida de una persona con autismo puede ser mucho más
limitada que la de una persona con síndrome de Down y a menudo los niños
autistas viven en colegios-residencia más que en su casa, debido a la
imposibilidad de los padres y del sistema escolar para manejar los
comportamientos del niño.
Síntomas
de autismo en el síndrome de Down
El área clave afectada en el desarrollo de un niño con síndrome de Down es el área cognitiva, el desarrollo del pensamiento, del razonamiento y de la comprensión. En dicha área se son de esperar retrasos. Otras áreas del desarrollo son el área social y el área emocional. Estas áreas se desarrollan de modo más cercano a la normalidad en un niño con síndrome de Down, pero no así en un niño con autismo. Coleman y Rogers (1992) describen del siguiente modo el desarrollo social y emocional de un niño con síndrome de Down:
El área clave afectada en el desarrollo de un niño con síndrome de Down es el área cognitiva, el desarrollo del pensamiento, del razonamiento y de la comprensión. En dicha área se son de esperar retrasos. Otras áreas del desarrollo son el área social y el área emocional. Estas áreas se desarrollan de modo más cercano a la normalidad en un niño con síndrome de Down, pero no así en un niño con autismo. Coleman y Rogers (1992) describen del siguiente modo el desarrollo social y emocional de un niño con síndrome de Down:
La mayoría de los bebés con síndrome
de Down muestran un retraso mínimo en su desarrollo social y emocional: sonríen
cuando se les habla a los 2 meses (rango de 1,5 a 4 meses), sonríen espontáneamente
a los 3 meses (rango de 2 a
6 meses) y reconocen a sus padres a los 3,5 meses (rango de 3 a 6 meses); cada uno de estos
hitos muestra solamente 1 mes de retraso de media. Aunque algunos estudios
sugieren que la intensidad de respuestas afectivas tales como sonreír y reír
puede ser ligeramente inferior a la mostrada por bebés ordinarios, los padres
responden con afecto a la aparición de la sonrisa y del contacto ocular. Los
bebés con síndrome de Down empiezan a disfrutar de juegos infantiles interactivos
(cucú-tratrás) sobre los 11 meses de edad (rango de 9 a 16 meses), lo cual
representa un retraso de 3 meses con respecto a los bebés ordinarios. Los
estudios realizados en el segundo año de vida muestran que los bebés tienen
habilidades de comunicación social, utilizándolas para intentar distraer a un
adulto de una tarea que el bebé no quiere realizar. Los bebés son cariñosos,
afectivos y responden normalmente al contacto físico, a diferencia de otros
bebés con otros tipos de discapacidades, entre ellas el autismo.
Esta
respuesta emocional normal continúa a lo largo de la vida adulta, y tal y como
han mostrado estudios sobre adolescentes, se convierte en auténtica empatía, lo
cual hace que la persona con síndrome de Down sea una persona sensible y
socialmente consciente para vivir con ella.
Por lo tanto, las áreas clave que
hay que vigilar en un niño con síndrome de Down cuyo diagnóstico se sospecha
que pueda estar complicado con un trastorno del comportamiento como el autismo
son el área social y el área afectiva. Algunos profesionales sostendrán que el
desarrollo social y afectivo puede verse afectado por retrasos en el desarrollo
cognitivo y que no existe evidencia de un trastorno distinto. Aquí es donde
interviene la naturaleza subjetiva del diagnóstico de autismo. Es una cuestión
de grado.
Algunos
de los comportamientos clave que pueden señalar la posibilidad de autismo en un
niño con síndrome de Down son:
- Soledad autista
extremada. El niño no se relaciona con la gente de un modo normal y
prefiere que se le deje solo. El niño parece considerar a las otras
personas como objetos y no como personas. No se integrará en un grupo de
juegos con otros niños. A diferencia de los niños con síndrome de Down,
que son muy afectivos y a los que les gustan los abrazos, el niño autista
no quiere ser abrazado.
- Deseo ansioso y
obsesivo de que su entorno no cambie. Cualquier cambio en la rutina diaria
puede causarle un gran disgusto.
- Falta de
contacto ocular. Es típico de las personas con autismo el que no
establezcan contacto ocular, sino que no miren a la gente o miren "a
través" de los demás, como traspasándolos.
- Muestra
movimientos repetitivos estereotipados, tales como sentarse un largo rato
con un objeto en su mano, limitándose a moverlo hacia adelante y hacia
atrás y a mirarlo.
En la figura 1 se presenta una lista
de los comportamientos autistas más representativos. Algunas de estas
características son normales, hasta cierto punto, en un niño con síndrome de
Down. Esto complica el diagnóstico de autismo en estos niños. En la sección
siguiente, se presentan los criterios DSM-IV para diagnosticar el autismo,
junto con anotaciones sobre si cada uno de los comportamientos prevalece más en
autismo que en síndrome de Down.
Normalmente,
las personas con autismo muestran por lo menos la mitad de las características
que se describen a continuación. Estos síntomas pueden variar de leves a
severos y la intensidad también puede variar de un síntoma a otro. Además, el
comportamiento se da en muchas situaciones diferentes y es claramente
inapropiado para su edad.
Dificultad para mezclarse con
otros niños
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Insistencia en la invarianza
del ambiente; resistencia a los cambios de rutina
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Risas inapropiadas
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Falta de conciencia de
peligros reales
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Poco o ningún contacto ocular
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Juego extraño sostenido
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Aparente insensibilidad al
dolor
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Ecolalia (repetición de
palabras o frases en vez de utilizar el lenguaje normal)
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Prefiere estar solo;
comportamiento distante
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Puede no querer ser abrazado
ni abrazar
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Da vueltas a objetos
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No responde a señales
verbales; actúa como si fuera sordo
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Fijación inapropiada a
objetos
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Dificultad para expresar sus
necesidades; utiliza gestos o apunta con el dedo en vez de usar palabras
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Clara hiperactividad física o
falta de actividad extrema
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Rabietas: muestra una congoja
exagerada sin razón aparente
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No responde a los métodos
tradicionales de enseñanza
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Desnivel en la motricidad
fina y gruesa (puede no querer dar patadas a un balón, pero apila bloques de
construcción)
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Adaptado del original del Profesor Rendle-Short, Hospital de niños
de Brisbane, Universidad de Queensland, Australia
Figura 1. Lista de comportamientos autistas
Autismo y PDD - Definiciones
El término oficial para el autismo, utilizado porla American
Psychiatric Association en su DSM-IV, es el de Trastorno
Generalizado del Desarrollo (en inglés, PDD, siglas de Pervasive Developmental
Disorder). Los Trastornos Generalizados del Desarrollo forman un grupo que
incluye 5 trastornos susceptibles de ser diagnosticados: Trastorno Autista,
Síndrome de Rett, Trastorno Desintegrativo de la Niñez , Trastorno de Asperger
y Trastornos Generalizados del Desarrollo no incluidos en otra parte. A veces,
el término de autismo se utiliza para describir el trastorno autista y otras
veces, se usa para describir los 5 trastornos PDD. Existen también otra serie
de trastornos relacionados que en su conjunto se denominan trastornos del
espectro autista. Para los objetivos de este artículo, incluyo los 5 trastornos
PDD en el autismo.
El término oficial para el autismo, utilizado por
Diagnóstico
de Autismo en el Síndrome de Down. Lista del DSM-IV
El autismo se diagnostica observando el comportamiento del paciente. Hay 16 síntomas descriptivos que examinar. Si se observa una combinación apropiada de ocho de ellos, se establece un diagnóstico de autismo. Estos síntomas se agrupan en cuatro áreas generales: Interacciones sociales severamente deterioradas, Imaginación y comunicación severamente deterioradas, Intereses y actividades extremadamente limitados y Síntomas observados por vez primera en la infancia o niñez temprana. En algunos casos, como en el síndrome de Down, el retraso mental puede enmascarar el autismo y el diagnóstico puede retrasarse o no darse nunca.
El autismo se diagnostica observando el comportamiento del paciente. Hay 16 síntomas descriptivos que examinar. Si se observa una combinación apropiada de ocho de ellos, se establece un diagnóstico de autismo. Estos síntomas se agrupan en cuatro áreas generales: Interacciones sociales severamente deterioradas, Imaginación y comunicación severamente deterioradas, Intereses y actividades extremadamente limitados y Síntomas observados por vez primera en la infancia o niñez temprana. En algunos casos, como en el síndrome de Down, el retraso mental puede enmascarar el autismo y el diagnóstico puede retrasarse o no darse nunca.
Los
criterios diagnósticos para el autismo dados por la American Psychiatric
Association están contenidos en su Manual Diagnóstico y Estadístico de
Trastornos Mentales, cuarta edición (DSM-IV). El diagnóstico es bastante
complejo y es reconocido únicamente cuando lo lleva a cabo un profesional
cualificado.
Diagnosticar
el autismo en una persona con síndrome de Down es un poco más difícil que en
una persona sin este síndrome. Algunos de los criterios del autismo aparecen
normalmente en las personas Down y esto no significa que el autismo esté
presente. A continuación, se describe el DSM-IV para el trastorno autista con
apuntes después de cada uno de los criterios, indicando si este criterio se
encuentra normalmente en el síndrome de Down o es más indicativo de autismo. Al
diagnosticar autismo en una persona Down, el profesional deberá examinar cada
uno de los criterios viendo si es un rasgo normal en una persona con Down y, si
es un rasgo normal, es más severo de lo que se encuentra normalmente en una
persona Down.
- Deben cumplirse
seis o más manifestaciones de (1), (2) y (3) cumpliéndose como mínimo dos
elementos de (1), uno de (2) y uno de (3).
- Trastorno cualitativo
de la relación social, expresado como mínimo en dos de las siguientes
manifestaciones:
- Trastorno
importante en muchas conductas de relación no verbal, como la mirada a
los ojos, la expresión facial, las posturas corporales y los gestos para
regular la interacción social.
- No se dan
normalmente en el síndrome de Down, más indicativos de autismo.
- Incapacidad
para desarrollar relaciones con iguales adecuadas al nivel evolutivo.
- No se dan
normalmente en el síndrome de Down, más indicativos de autismo.
- Ausencia de
conductas espontáneas encaminadas a compartir placeres, intereses o
logros con otras personas (por ejemplo, de conductas de señalar o
mostrar objetos de interés).
- Presente en
alguna medida en el síndrome de Down, pero mucho más pronunciado en
autismo.
- Falta de
reciprocidad social o emocional.
- Presente en
alguna medida en el síndrome de Down, pero mucho más pronunciado en
autismo.
- Trastornos
cualitativos de la comunicación, expresados como mínimo en una de las
siguientes manifestaciones:
- Retraso o
ausencia completa de desarrollo del lenguaje oral (que no se intenta
compensar con medios alternativos de comunicación, como los gestos o
mímica).
- No se da
normalmente en el síndrome de Down.
- En personas
con habla adecuada, trastorno importante en la capacidad de iniciar o
mantener conversaciones.
- Se da
normalmente en el síndrome de Down, pero no con la misma intensidad que
en autismo.
- Empleo
estereotipado o repetitivo del lenguaje, o uso de un lenguaje
idiosincrático.
- Se da algo en
el síndrome de Down, pero no con la misma intensidad que en autismo.
- Falta de juego
de ficción espontáneo y variado, o de juego de imitación social adecuado
al nivel evolutivo.
- No se da
normalmente en el síndrome de Down.
- Patrones de
conducta, interés o actividad restrictivos, repetidos y estereotipados,
expresados como mínimo en una de las siguientes manifestaciones:
- Preocupación
excesiva por un foco de interés (o varios) restringido y estereotipado,
anormal por su intensidad o contenido.
- No se da
normalmente en el síndrome de Down.
- Adhesión
aparentemente inflexible a rutinas o rituales específicos y no
funcionales.
- No se da
normalmente en el síndrome de Down.
- Estereotipias
motoras repetitivas (por ejemplo, sacudidas de manos, retorcer los
dedos, movimientos complejos de todo el cuerpo, etc).
- No se da
normalmente en el síndrome de Down.
- Preocupación
persistente por partes de objetos.
- No se da
normalmente en el síndrome de Down.
- Antes de los
tres años, deben producirse retrasos o alteraciones en una de estas tres
áreas: (1) Interacción social, (2) Empleo comunicativo del lenguaje, ó (3)
Juego simbólico.
- Los niños con
síndrome de Down presentarán normalmente algunos déficits en estas áreas,
dependiendo de la profundidad de su retraso mental. Como estos déficits
son esperados, se suelen ignorar en los informes y no se registran. Por
lo tanto, cuando se diagnostica autismo a una edad más avanzada y se
buscan los informes anteriores para ver las anotaciones sobre estas
áreas, o bien no se encuentran en los informes oficiales del niños o bien
han sido olvidadas porque no se consideraban relevantes en aquel tiempo.
El profesional que esté realizando el diagnóstico podría por lo tanto
descartar un posible diagnóstico de autismo porque aparentemente (y
falsamente) estas características no estaban presentes antes de los 36
meses de edad. A causa de esta peculiaridad en el diagnóstico, existen
probablemente muchas personas con síndrome de Down y autismo, no habiendo
sido éste último diagnosticado.
- El trastorno no
se explica mejor por un Síndrome de Rett o trastorno desintegrativo de la
niñez.
Cuestiones relativas al diagnóstico de autismo en personas con
síndrome de Down
Existen un cierto número de razones por las cuales no hay constancia de muchos casos de autismo en personas con síndrome de Down.
Existen un cierto número de razones por las cuales no hay constancia de muchos casos de autismo en personas con síndrome de Down.
Una
de ellas radica en los criterios diagnósticos, que requieren la aparición de
síntomas antes de los 3 años de edad. En el caso del síndrome de Down, los
padres de un niño con síndrome de Down y los profesionales que los atienden
están más preocupados con el síndrome de Down en sí y sus posibles
complicaciones en cuanto a problemas cardíacos, leucemia y otros problemas. Se
espera que haya retraso en el desarrollo. Dado que estos retrasos del
desarrollo son esperados, simplemente no se les ocurre ni a los padres ni a los
profesionales que pueda haber autismo. Los padres probablemente no han oído
hablar nunca de autismo e ignoran todo acerca de sus síntomas. Esto mismo puede
ocurrir con algunos profesionales que se ocupan del niño con síndrome de Down.
Solamente el más astuto de los profesionales del diagnóstico podría reconocer
la presencia del autismo en un niño con síndrome de Down antes de los 3 años de
edad. Solamente cuando el niño crece, o si los padres insisten, puede aparecer
con claridad que el autismo está presente. Pero algunos profesionales pueden
aplicar la regla de los 3 años y descartar un diagnóstico de autismo al no
aparecer registrados en los informes determinados síntomas antes de los 3 años.
La cuestión de la aparición temprana constituye por lo tanto un obstáculo
importante para el diagnóstico.
Otra
dificultad radica en el hecho de que en las personas con síndrome de Down se
dan ya algunos criterios del DSM-IV como parte del propio síndrome de Down.
Cuando el profesional intente detectar 8 de los 16 criterios específicos del
autismo, puede caer en la tentación de descartar estos síntomas como
característicos del síndrome de Down y no contabilizar los suficientes síntomas
como para dar un diagnóstico de autismo.
Asimismo,
algunos profesionales pueden considerar únicamente como autismo el autismo de
Kanner, en el cual el retraso mental es leve o nulo y descartar un diagnóstico
de autismo en el caso del síndrome de Down, en el que existe normalmente
retraso mental. Otros pueden descartar el diagnóstico de autismo debido a que
sus causas son normalmente nebulosas o desconocidas en un caso individual, y
dado que existe retraso mental en el síndrome de Down, pueden decir que ya que
existe una causa conocida, no ha lugar el diagnóstico de autismo.
Algunos
profesionales pueden no querer agobiar a la familia con otra etiqueta adicional
de autismo. Este hecho le quita a la familia la oportunidad de unirse a grupos
de apoyo de autismo y a buscar tratamientos de autismo. Si bien es cierto que
protocolos de tratamiento de autismo y síndrome de Down se solapan y tienen
muchas características comunes, los tratamientos del autismo son mucho más
intensos. Y el tratamiento del autismo es mucho más crítico para prevenir
consecuencias para toda la vida.
Los
problemas anteriormente expuestos se plantean en la parte de texto del DSM-IV,
que se muestra favorable a establecer un diagnóstico de autismo cuando están
presentes los síntomas. No hay nada, ni en la parte de texto ni en la lista de
criterios diagnósticos, que sugiera un posible rechazo a diagnosticar autismo
en una persona con síndrome de Down y/o retraso mental. El texto especifica
claramente que muchas personas autistas tienen también retraso mental. También
especifica que si hay una pérdida de información sobre los primeros años de
vida o si los datos no son claros en cuanto a la aparición de síntomas antes de
los 3 años de edad, debería darse un diagnóstico de autismo.
Estoy
en contacto con bastante padres que tienen niños con un diagnóstico dual de
síndrome de Down y autismo. Todos ellos han contado que tuvieron grandes
dificultades para obtener un diagnóstico dual. No podían entender el fracaso de
sus hijos para desarrollarse social y emocionalmente, con déficits más allá de
los que se presentan normalmente en un niño con síndrome de Down. Tuvieron que
dar muchas vueltas y suplicar literalmente a los profesionales que les dijeran
qué es lo que pasaba a sus hijos. No se trata de casos de padres hipocondríacos
que intentaban coleccionar diagnósticos, sino más bien de padres que deseaban
saber qué era lo que funcionaba mal en sus hijos.
Estudios
Los estudios sobre autismo en el síndrome de Down son más bien escasos. Ghazziuddin (1992) encontró dos niños que cumplían los criterios del DSMIII-R para autismo, de una población de 40 niños con síndrome de Down. Wing y Gould (1979) diagnosticaron, dentro de un grupo de 30 niños con síndrome de Down, a cuatro niños que tenían autismo o estaban dentro del espectro autista. Turk (1992) registró que un 9% de sus series de niños con síndrome de Down cumplían todos los criterios de autismo. Lund (1988) diagnosticó a 5 adultos con autismo, de un grupo de 44 con síndrome de Down. Bregman (1988) y Wakabayashi (1979) también describieron a niños con diagnóstico dual. Howlin y cols. (1995) describieron a 4 chicos con síndrome de Down, que fueron diagnosticados como autistas entre los 8 y 11 años. Los autores informan que, aunque no existe ningún estudio epidemiológico sobre la prevalencia de trastornos del espectro autista en una gran población de niños con síndrome de Down, la evidencia actualmente disponible sugiere que es del orden del 30%. Asimismo, en este artículo, los autores comentan que el Dr. Ghazziuddin les había comunicado personalmente que había encontrado un 10% de casos de autismo en sus pacientes con síndrome de Down. El Dr. Ghazziuddin también me ha comunicado a mí personalmente que el 10% es un número bastante razonable. Ghazziuddin (1997) describe a tres personas con síndrome de Down y autismo. Gillberg y cols. (1986) encontraron un 5% de personas con autismo en una población de 20 personas con síndrome de Down.
Los estudios sobre autismo en el síndrome de Down son más bien escasos. Ghazziuddin (1992) encontró dos niños que cumplían los criterios del DSMIII-R para autismo, de una población de 40 niños con síndrome de Down. Wing y Gould (1979) diagnosticaron, dentro de un grupo de 30 niños con síndrome de Down, a cuatro niños que tenían autismo o estaban dentro del espectro autista. Turk (1992) registró que un 9% de sus series de niños con síndrome de Down cumplían todos los criterios de autismo. Lund (1988) diagnosticó a 5 adultos con autismo, de un grupo de 44 con síndrome de Down. Bregman (1988) y Wakabayashi (1979) también describieron a niños con diagnóstico dual. Howlin y cols. (1995) describieron a 4 chicos con síndrome de Down, que fueron diagnosticados como autistas entre los 8 y 11 años. Los autores informan que, aunque no existe ningún estudio epidemiológico sobre la prevalencia de trastornos del espectro autista en una gran población de niños con síndrome de Down, la evidencia actualmente disponible sugiere que es del orden del 30%. Asimismo, en este artículo, los autores comentan que el Dr. Ghazziuddin les había comunicado personalmente que había encontrado un 10% de casos de autismo en sus pacientes con síndrome de Down. El Dr. Ghazziuddin también me ha comunicado a mí personalmente que el 10% es un número bastante razonable. Ghazziuddin (1997) describe a tres personas con síndrome de Down y autismo. Gillberg y cols. (1986) encontraron un 5% de personas con autismo en una población de 20 personas con síndrome de Down.
Se
han llevado a cabo bastantes estudios con una gran población de personas con
síndrome de Down y sus resultados han mostrado una proporción muy baja de casos
de autismo. Gath y Gumley (1986) encontraron un 1% de personas con autismo, de
un grupo de 193 personas con síndrome de Down. Meyers y Pueschel (1991)
encontraron un 1% de personas con autismo, de un grupo de 497 personas con
síndrome de Down. Collacut y cols. (1992) encontraron un 2,2% de personas con
autismo, de un grupo de 371 personas con síndrome de Down. Los bajos índices
obtenidos en estos estudios pueden ser engañosos. Estos estudios se llevaron a
cabo por investigadores que buscaban trastornos psiquiátricos en niños y
adultos con retraso mental. No buscaban específicamente el autismo. Se hicieron
diagnósticos de depresión, psicosis, trastornos de la personalidad, trastornos
de conducta, esquizofrenia, trastornos emocionales, autismo y muchos otros.
Algunos se hicieron utilizando versiones de 1980 del DSM-III o del ICD-9. Uno
de los estudios se hizo examinando antiguas historias clínicas y haciendo un
diagnóstico retrospectivo basado en observaciones realizadas muchos años antes
por personas que manejaban conceptos anticuados, tales como la rutinaria
clasificación del autismo como esquizofrenia. Dos de los autores admiten que
las personas diagnosticadas con psicosis podrían también haber sido agrupadas
como autistas. Un autor estableció el diagnóstico de psicosis en varios casos
de comportamientos autistas porque estos comportamientos no habían sido
registrados antes de los 30 meses de edad. He revisado estos estudios y
reclasificado aquellos casos en los que el autor sugería que se podría haber
establecido un diagnóstico de autismo en vez de otros trastornos y he
recalculado los índices de autismo. El resultado alcanzó hasta un 16%.
Como
ya se mencionó anteriormente, para empezar el diagnóstico de autismo es
bastante subjetivo, y se vuelve más confuso en personas con síndrome de Down y
otras formas conocidas de retraso mental. Es muy difícil encontrar datos
estadísticos claros y válidos, debido a las dificultades que existen para
diagnosticar el autismo. No se trata de establecer estadísticas claras y
científicas, sino de que los dos trastornos pueden darse a la vez y en un
número significativo de personas. Como las limitaciones en autismo son mucho
mayores, tal y como se ha comentado anteriormente, es muy importante reconocer
un caso de autismo en un niño con síndrome de Down, para que se puedan poner en
marcha protocolos de tratamiento más apropiados y los padres puedan buscar
también apoyo fuera de la comunidad del síndrome de Down.
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