Cuando eres padre y tus hijos van bien en el colegio, es casi inevitable pensar que los que no van tan bien tienen un problema. Pero se tiende a creer que el problema es únicamente de esos niños y sus familias, pocas veces se considera un problema social, o un problema que afecte a todos como comunidad educativa que somos. E incluso en ocasiones se puede llegar a valorar positivamente que se aparte a esos niños del camino de los mejores, para que no les supongan un freno a sus competitivos resultados académicos.
Personalmente, cuando hablo del sistema educativo, me gusta usar una imagen para representarlo: la fotografía de un embudo. El sistema exige a los alumnos pasar por el embudo. Ciertamente, algunos embudos tienen mucha capacidad, pero el orificio de salida es más bien pequeño. El sistema alberga a muchos estudiantes, la diversidad está garantizada de por sí, pero solo unos cuantos pasan por el embudo. Un gran porcentaje se queda arremolinado en la parte superior porque no pasan por el agujero.
Como padres de “buenos estudiantes”, el que otros no salgan adelante, nos podría importar bien poco. A algunos padres les puede costar creer que entre esos niños que se arremolinan en el embudo hay chicos y chicas con un potencial muy valioso, que no son estúpidos, ni están predestinados al fracaso. Esos niños se merecen las mismas oportunidades que los demás, pero para que de verdad las tengan, hay que atenderlos correctamente. Habría que aceptarlos como son y creer en ellos, en su inclusión en la sociedad.
En palabras más técnicas, a esos estudiantes que no pasan por el embudo, se les conoce con unas siglas: Alumnos Con Necesidades Educativas Especiales (ACNEE) y Alumnos con Necesidad Específica de Apoyo Educativo (ACNEAE). Me atrevería a decir que la mayoría de los padres no han escuchado jamás estas siglas, a menos claro, que afecte a sus hijos.
Dentro de estas definiciones estarían aquellos casos de niños que tienen alguna dificultad específica del aprendizaje, padecen Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), que se han incorporado tarde al sistema educativo, o incluso niños con Altas Capacidades Intelectuales (sobredotación, superdotación o como lo queramos llamar). También los que necesiten apoyo y atención específica por sufrir trastornos graves de conducta o discapacidad. Incluye pues a los afectados por dislexia, discalculia, autismo, Asperger discapacidad visual, intelectual, auditiva, física, etc.
Cuando mis hijos empezaron a ir al colegio, me sorprendió cuando me dijeron que había niños que salían del aula para ir a la clase de PT, otra sigla que no sabía qué significaba. Ahora sé que significa Psicopedagogía Terapéutica, y a veces también va acompañada de las siglas AL, Audición y Lenguaje. Entonces no sabía qué significaba todo eso, qué implicaciones podría tener, ni por qué se hacía. Con tal desconocimiento, difícilmente pueden las familias de los “buenos estudiantes” que pasan por el embudo, sentir algún tipo de empatía por los niños ACNEE o ACNEAE. Más bien, solo pueden seguir pensando que tendrán algún problema que deberán resolver ellos mismos. Y si encima el niño presenta algún comportamiento disruptivo, entonces ya el rechazo hacia él o ella estará prácticamente garantizado.
La solución a todo ese gran conjunto de casos especiales es la Educación Inclusiva. La UNESCO define la Educación Inclusiva como “un proceso orientado a responder la diversidad de los estudiantes”. Y está relacionado con “la presencia, la participación y los logros de todos los alumnos”. Supone ofrecer una educación común para todo el alumnado que reconozca, valore y se ajuste a las características de cada uno de ellos, tratando de evitar así una escuela segregadora. Así dicho, suena a utopía. Los alumnos con necesidad de apoyo en una escuela inclusiva no salen del aula para ser atendidos, o lo hacen en las mínimas ocasiones posibles, ya que las metodologías usadas son tales que favorecen el aprendizaje de todos los estudiantes, tengan o no necesidades educativas.
Muchas familias que tienen hijos con necesidades educativas especiales se informan, se documentan, se preocupan, se implican y participan más activamente de la educación de sus hijos, y son por tanto más sensibles a la necesidad de mejorar el sistema y de innovar. Una de las grandes innovaciones en el ámbito educativo es precisamente la inclusión educativa. Sin embargo, aún mucha gente asocia innovación educativa exclusivamente al uso de las TIC en las aulas, cuando eso es solo uno de los muchos ámbitos de actuación de la innovación.
Las pizarras digitales, las tabletas, los móviles o los ordenadores creo que forman parte de la transformación digital de las escuelas, también necesaria, pero no son ni mucho menos la única innovación que necesita la educación. Pero, así como vender la idea de que usar un ordenador va a beneficiar a un “buen estudiante” es sencilla, vender la idea de que un aula inclusiva va a beneficiarle es complicado. ¿En qué puede beneficiar a un estudiante sin necesidades educativas que sus compañeros con TDAH, dislexia, discapacidad auditiva, autismo o altas capacidades intelectuales, por citar algunos, sean atendidos en el aula en vez de ser segregados a un aula aparte? ¿En qué beneficia la diversidad en el aula a un estudiante modélico?
Desde hace años, en verano, llevo a mis hijos a clases de natación. Casi todos los veranos que han estado en esas clases, han coincidido con algún compañero con síndrome de Down. Creo que ha sido la única oportunidad en sus vidas que han tenido de compartir un tiempo con niños con esta característica. Estoy segura de que ese ratito junto a ellos les ayuda a aceptarlos y conocerlos un poco mejor. Para mí el beneficio está claro, puesto que la diversidad enriquece a las personas, nos hace más tolerantes, más comprensivos, más abiertos. Convivir de manera activa con niños con características diferentes es una experiencia que no se aprende en un libro de texto o una pizarra digital.
Ser conscientes de las dificultades de los demás, y tratar de que las diferencias de otros se comprendan y acepten, hace a los niños más tolerantes, más abiertos, colaborativos y empáticos. Creo que es una educación mucho más humana, tal vez a los niños se les olvide la historia o las naturales, pero los aprendizajes derivados de una convivencia normal con otros niños con necesidades diferentes, seguro que son aprendizajes que perduran a lo largo de sus vidas.
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