sábado, 3 de noviembre de 2018

LOS GRUPOS INTERACTIVOS



Queridos compis! Esta semanita la dedicamos a investigar sobre los grupos interactivos como parte de una Comunidad de Aprendizaje.
El proceso de desarrollar una innovación en un centro educativo siempre es algo complejo, tanto para quienes la lideran como para la comunidad educativa en general, estando este proceso a su vez, sometido a múltiples influencias que pueden provocar su éxito o fracaso: la motivación de las personas implicadas y su formación, la adecuada planificación del proyecto, el clima de centro, los apoyos internos y externos con los que se cuenta, las dificultades que el nuevo planteamiento implica en sí mismo para la escuela concreta en la que se inicia.
Innovar en la escuela, en todos los casos, requiere una buena formación, pasión por la enseñanza y coraje.
Si en tiempos de bonanza económica generalmente se apuntaba que escaseaban los recursos económicos y personales, en tiempos de crisis como el actual éstos escasean mucho más, siendo evidente también que la motivación por el cambio disminuye entre los profesionales que ven ampliadas sus obligaciones mientras sus derechos se reducen y sienten peligrar algunas garantías del pasado propias de un estado de bienestar. Si innovar en la escuela siempre ha supuesto un plus de esfuerzo para las personas que lideran los procesos, actualmente este plus se ha acrecentado con las medidas de ahorro impulsadas desde los gobiernos nacional y autonómico y el clima de desánimo que se vive en el campo educativo. Sin embargo, como plantea Martínez (2012:18), en las escuelas “hay deseo y posibilidad de transformación”. Los centros que pese a la negativa situación actual se atreven a apostar por la innovación han demostrado y demuestran un verdadero interés intrínseco por la mejora educativa. No obstante, conviene plantearse a qué precio lo hacen y si corren el riesgo de “quemarse” las personas implicadas, dado que en los procesos de innovación siempre aparecen dificultades, formando parte del propio tejido del cambio que se pretende desarrollar (Feito, 2011). En España se está desarrollando un proyecto innovador con gran calado en el campo educativo: alrededor de ciento noventa centros educativos se han transformado en Comunidades de Aprendizaje. Es un proyecto de transformación de la escuela con el objetivo de luchar contra el fracaso escolar y conseguir que la sociedad de la información no excluya al alumnado más vulnerable.

Una de las prácticas más extendida en las Comunidades de Aprendizaje son los denominados “grupos interactivos”, una forma flexible de organizar el trabajo educativo en el aula para potenciar el máximo aprendizaje instrumental del alumnado, trabajando solidariamente y mediante el diálogo igualitario entre los miembros del grupo. Su finalidad es intensificar el aprendizaje mediante interacciones dialógicas entre todos los participantes: alumnado, profesorado, voluntariado, etc.
 Para trabajar mediante grupos interactivos en el aula se proponen varias actividades, cada una de ellas con una duración aproximada de veinte minutos. Tales actividades están mediadas por una persona adulta, un voluntario de la comunidad que entra a formar parte del aula. La diversidad en las interacciones de forma cooperativa y dialógica supone un potencial para la aceleración del aprendizaje de todo el alumnado y la mejora de la convivencia.
Un aporte a la educación muy innovador e importante de los grupos interactivos es la incorporación de voluntariado al aula, formado por personas con vivencias y formación muy distintas que facilitan aportaciones diferentes a las que pueda realizar el profesorado. Las personas Investigación en la Escuela, No. 88 130 voluntarias aportan creatividad en la realización de las actividades planificadas por el docente, ilusión y búsqueda de nuevas formas de enseñar a través de la colaboración. Cuanto más variado es el grupo de voluntarios más realidades abarca y, en consecuencia, más ricas son las interacciones, provocando un aprendizaje dialógico de mayor calidad.
 Los grupos interactivos se basan en una serie de principios, de los cuales, nos detendremos en cuatro: (1) La heterogeneidad (en etnia, género, motivación, rendimiento...) de tal manera que se potencie que una interacción variada y solidaria entre el alumnado, provocando un aprendizaje mucho más motivador (Elboj y Niemela, 2010). (2) La inclusión educativa: no se excluye a ninguna persona de los grupos interactivos, tengan éstos el déficit que sea. Se les proporcionan los apoyos que precisen dentro del grupo para lograr el aprendizaje que también están logrando los demás compañeros del aula (Molina y Holland, 2010). (3) La solidaridad: es necesario que se establezcan redes de colaboración entre el alumnado con mayor y menor nivel educativo para favorecer el aprendizaje de todos y con las personas voluntarias.

El diálogo igualitario (que se opone al diálogo basado en pretensiones de poder); es decir, la interacción que se pretende es aquella que trata de conseguir acuerdos intersubjetivos con las aportaciones de los miembros del grupo en condiciones de igualdad: ningún miembro del grupo debe imponer su punto de vista al resto, sino compartirlo para, entre todos, tomar decisiones compartidas (Valls y Kyriakides, 2013). Estos principios no son fáciles de desarrollar en la práctica.

 Cuando se comienzan a implementar grupos interactivos en las aulas suelen surgir algunas dificultades en los centros, dado que las formas de trabajo habituales en las escuelas no suelen estar guiadas por estos principios. Hasta el momento no disponemos de investigaciones específicas que muestren los problemas que surgen y cómo las escuelas pueden afrontarlos y superarlos.

Dificultades habituales en los inicios de los grupos interactivos Dificultades diagnosticadas Principios afectados Tendencia a la individualidad Solidaridad Tendencia al silencio o al ruido Diálogo igualitario Tendencia a la exclusión Igualdad de diferencias Tendencia al trabajo superficial Aprendizaje instrumental.

 Tendencia a la individualidad Aunque en el trabajo en grupos interactivos debe seguirse un principio de solidaridad, la tendencia inicial de trabajo es hacia el individualismo y la competitividad. En muchos casos el profesorado diseña actividades pensadas para su resolución individual dejando poco margen para el trabajo cooperativo. En otros, las personas voluntarias dividen al grupo en dos para poner a las partes a trabajar autónomamente o compitiendo entre sí. De los niños sale casi automáticamente tapar lo que van haciendo a los compañeros para no ser copiados, negándose a compartir su conocimiento. Éstas y otras formas de trabajo evidencian que no se sigue el principio de la solidaridad y que es preciso encauzar la acción educativa para que la tarea se resuelva solidariamente con las aportaciones de todos los alumnos del grupo para que todos aprendan. En este sentido es necesario que las actividades sean planificadas desde su inicio para que puedan ser resueltas mediante el trabajo en grupo, que las personas voluntarias y el profesorado del aula cohesionen al alumnado de los grupos mediante indicaciones verbales y lo comprometan en la resolución de la tarea evitando o corrigiendo las conductas individualistas, insolidarias o competitivas.

Tendencia al silencio o al ruido El trabajo en grupos interactivos debe caracterizarse por el diálogo, el debate, la negociación en los equipos de las respuestas, la argumentación, etc. Cuando se pone a trabajar juntos a un grupo de alumnos heterogéneo suele suceder que tienen que aprender a regular sus intervenciones. En ocasiones el silencio invade a los miembros del equipo. Otras, todas las personas compiten por hablar a un tiempo generando un ambiente en el que no es posible la comunicación ni el aprendizaje. En otras ocasiones, los líderes imponen su criterio al resto, o lo intentan. Por otro lado, hay docentes que tienen algunas reticencias al trabajo oral de las actividades y hasta que no ven que las tareas están escritas consideran que no se ha resuelto plenamente el ejercicio. Resolver ejercicios de manera dialógica es un aspecto especialmente costoso para el alumnado, acostumbrado a no negociar sus respuestas, a dar razones que justifiquen las opciones tomadas, etc. El reto es conseguir que haya un diálogo igualitario entre las personas del grupo. Para lograrlo se deben evitar los monopolios en el uso de la voz y se debe estimular a intervenir a todos los miembros del equipo. En esto juega un papel central la persona voluntaria en tanto que es quien media en las intervenciones del alumnado y puede contribuir a invertir las tendencias más arraigadas. En el grupo es preciso que se siga algún sistema de turnos de palabra para intervenir o que el voluntario vaya estimulando al alumnado a invertir su tendencia (frenar a quienes quieren hablar siempre y motivar a quienes no lo hacen). Tendencia a la exclusión Los grupos interactivos se configuran atendiendo a criterios que garanticen que éstos son heterogéneos en sexo, nivel educativo, culturas, etc. Esto es necesario para asegurar la diversidad del alumnado y potenciar la inclusión en el aula, pero en los inicios de esta práctica surgen algunos problemas frecuentes que pueden potenciar la exclusión.

Es necesario explicarles bien cómo se debe trabajar para que superen sus prejuicios respecto a los estudiantes menos capaces y de otras culturas. Las personas voluntarias ante el alumnado con mayores dificultades socio-educativas con frecuencia consideran que “no se puede hacer nada” o dan mensajes a los niños del tipo “si no sabes, tienes un problema”. Su función es conseguir el máximo aprendizaje para todos los componentes del grupo, de tal manera que es importante transmitirles el principio de inclusión y aportarle todos los recursos que pudiera precisar. De hecho, un profesor del centro puede colaborar con aquellos alumnos con mayores dificultades dentro del grupo para asegurar su aprendizaje, nunca sacar al alumnado del aula privándolo de la motivación de trabajar en los grupos interactivos o poniéndole otras actividades de menor nivel. No puede darse el caso de un grupo que avance dejando atrás a alguno de sus miembros del grupo. Es preciso que el alumnado más hábil, junto con las personas voluntarias, se hagan cargo de la necesidad de que todo el grupo avance conjunta y solidariamente. Tendencia al trabajo superficial Los grupos interactivos tratan de rentabilizar el tiempo escolar todo lo posible, de tal manera que no se deben planificar actividades de bajo contenido instrumental como fichas para colorear, juegos (sean éstos didácticos o no) o actividades manuales. Estas actividades por lo general, sólo promueven en los niños actitudes de ensayo-error e impulsividad, fomentando un trabajo escolar superficial. Los ejercicios deben ser de repaso, para afianzar los procesos de resolución de ejercicios en las principales áreas implicadas, siempre instrumentales, y deben a su vez suponer un cierto desafío en su resolución, para estimular al máximo el desarrollo de los estudiantes. Si las actividades no están planificadas con arreglo a estos criterios no se potenciará al máximo el aprovechamiento de esta innovadora organización del aula. El alumnado debe tener que hacer uso de su pensamiento y su lenguaje para la resolución de los ejercicios propuestos. En este sentido, es importante que el voluntariado, a través de preguntas reflexivas y estimulantes, potencie el pensamiento y la expresión en todos los miembros del grupo.

 Para lograr que se cumplan los cuatro principios del aprendizaje dialógico citados (la solidaridad, el diálogo igualitario, la igualdad de diferencias y el aprendizaje instrumental) hace falta la colaboración entre profesorado, voluntariado y alumnado (Valls y Kyriakides, 2013). Como se ha visto al analizar las tendencias que surgen espontáneamente en los grupos y dificultan el seguimiento de los principios del aprendizaje dialógico en todos los casos hay responsabilidades compartidas entre profesorado, alumnado y personas voluntarias (Álvarez, Larrinaga y Osoro, 2012). Esto suele suceder en los inicios de la implementación de esta práctica y puede adoptar diversas formas, como las expuestas en el apartado anterior u otras. Lo importante es que estas dificultades se diagnostiquen y se aborden, ya que todas son susceptibles de cambio y mejora. Contar con un “equipo de formación, apoyo y evaluación” que contribuya a situar las buenas prácticas de los grupos interactivos y las que son mejorables es interesante para la escuela.

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