«Es contradictorio hacer rankings de colegios y a la vez promover que desaparezcan las notas», advierte el profesor que rebate los eslóganes «molones» en educación. «Aprendes a base de repetir. No hay creatividad sin conocimiento», asegura
03 may 2022 . Actualizado a las 13:27 h.La verdad es compleja, las leyes variables y las modas tan contagiosas en las aulas como en la calle. Existen mentiras comprobadas, pero extendidas, como la de que «únicamente utilizamos el 10 % del cerebro», advierte el profesor de secundaria Juan Fernández, que huye del recurso fácil y emocionante para enseñar. Hace cuatro años, este investigador que invita a tomar decisiones desde el conocimiento empezó a cosechar la curiosidad de cientos de personas que se convirtieron en miles con el blog Investigación docente. ¿Hay que motivar a los chavales para aprender? ¿Qué significa trabajar las emociones en el aula o el aprendizaje cooperativo? ¿Cuál es el valor de lo inútil? ¿Qué papel tiene la tecnología? Educar en la complejidad responde a preguntas como estas. «La educación no puede quedar al margen del avance de la tecnología. Por eso, lo primero que debemos enseñar como padres y como docentes es a apagarla», sostiene quien subraya que «la educación no es una lista de cosas ni de modas». ¿En qué se fijaría él a la hora de elegir cole para sus hijos? «En la atención personalizada en tutoría. La tutoría es fundamental. Y luego, en cómo les ha ido a los antiguos alumnos, sobre todo a los que han tenido dificultades. Porque hay alumnos a los que les va a ir bien en cualquier centro. Ver qué pasa con los alumnos que tienen dificultades te permite ver el aprendizaje cuando el contexto no ayuda».
—¿Por qué no es bueno preguntarles a los hijos por la nota de un examen?
—Cada uno puede preguntar lo que quiera. Educar en la complejidad intenta prevenir del «te voy a decir lo que tienes que hacer». Es más un: «Déjame decirte cosas que te ayuden a pensar para elegir mejor». Yo sí creo que, como familia, tenemos la posibilidad de cambiar el lenguaje y el centro de nuestras preguntas. Y como docentes también. Me parece bien que haya notas, pero quizá la pregunta debe ser: «¿Qué has aprendido hoy?». Y no es frecuente. Luego a los hijos les decimos: «Pues a ver si mañana el examen te sale bien». Usamos un verbo raro: «¿Cómo te ha salido el examen?», como si fueran setas en el campo... Los exámenes no salen, hay hábitos de estudio. Por eso cuando va mal, nos preguntamos qué debemos hacer, porque entendemos que el resultado es aleatorio. No lo es, hay maneras en que podemos ayudar a preparar las pruebas.
—Señalas dos claves educativas: hábito y límites. Y pones como ejemplo «Karate Kid». «Dar cera, pulir cera».
—Las tardes dando cera del señor Miyagi cultivan el hábito, que es lo central.
—¿Estamos perdiendo de vista el valor del hábito?
—Hoy en día, nos parece que espontáneo es igual a bueno, que todas las cosas espontáneas son buenas, y no es así. Estamos perdiendo el valor de las cosas que no son espontáneas, que hemos automatizado. Quizá te rechina, ¿no? Porque es bueno automatizar las cosas. A veces no sabes si has cerrado la puerta porque lo haces de manera automática. En el aprendizaje hay muchas cosas que se tienen que automatizar. ¡El ejemplo más claro es la lectura! Tú no lees fonema p, fonema a... Al automatizar, lo que haces es liberar memoria.
—¿Qué hay que hacer para empezar a estudiar, qué debe ser lo primero?
—Empieza con un folio en blanco, preguntándote qué sabes de ese tema, qué podrías escribir sobre ese tema que vas a trabajar. Es algo que tienes que automatizar, porque en el momento en el que te acostumbras a escribir sobre lo que sabes, cuando llega el momento de hacerlo en una prueba escrita, va a ser automático. Tienes el hábito. De la misma manera que parece que todo lo espontáneo es bueno, hoy se tiende a pensar que todo lo repetido es malo.
—¿Memorizar no es malo?
—Memorizar no es malo. Hay que repetir. Aprendes a base de repetir, repetir y repetir. Dile a un futbolista que no repita una falta... La repetición es la base del hábito y es una parte esencial de la comprensión. No hay comprensión si no hay memoria, igual que no hay creatividad, ni pensamiento crítico, sin conocimiento. Solo puedes tener pensamiento crítico sobre aquello sobre lo que tienes conocimiento. Esto es importante, porque se nos dice que el futuro es enseñar habilidades generales cuando sabemos que esas habilidades no existen; dependen de conocimientos específicos. Yo puedo tener pensamiento crítico sobre biología o sobre educación, no sobre la guerra de Ucrania.
—Desmontas algunos neuromitos con éxito. Una de las frases que están de moda es: «El cerebro necesita emocionarse para aprender». ¿Es un mito?
—¡Como si hubiera un estado en el que no haya emociones...! Siempre las hay. El problema es que pienses que «cuanto más intensa es la emoción mejor».
—¿Para aprender no lo es?
—No, porque la alta intensidad provoca el colapso. Entonces, no podrás asimilar bien las cosas, aprender.
—Al pensar en emociones, nos centramos en las positivas. El miedo o la ira las dejamos a un lado, las escondemos.
—Comprendo el eslogan que dice que hay que buscar la felicidad todo el rato, pero la felicidad es compleja. Se puede entender como un hacer lo que me da la gana, pero hay otra complicada, que requiere trabajo. Las emociones negativas son importantes para aprender. Si hablamos de pensamiento crítico, por ejemplo, necesito despertar ira cuando una postura es racista. Las emociones negativas son lo deseable frente a la injusticia, por ejemplo. A veces negamos que existen. Las emociones negativas no hay que negarlas, hay que aprender a gestionarlas. Hoy hay la intención de que todo el mundo sienta todo el rato emociones intensas y positivas.
—¿Lo ves mucho en las aulas?
—En las aulas y en muchos mensajes. Que sea todo intenso y muy positivo siempre, y esto, al final, solo se consigue cuando todo es egocéntrico. «¿Cómo ves esto, te gusta, te emociona?». Oye, tú no eres el centro del universo. Eso de «el alumno es el centro del aprendizaje» se puede interpretar de muchas maneras, pero no me parece bien que nadie sea el centro de nada.
—¿El niño no debe ser el centro?
—Es un error poner al niño en el centro como si fuese un pequeño dios.
—¿Al convertirlo en el centro, también lo cargamos de responsabilidad?
—Totalmente. Hay esa tendencia de apuntarlo a un montón de actividades. Tiene que vivir un montón de experiencias, de cosas. Y esto es en el fondo una carga. Ser el centro es insano. Los niños necesitan margen para zascandilear, y ese zascandileo inútil es interesante. Hay cosas improductivas que son fundamentales. Como el juego libre, el tiempo que pasamos observando, mirándoles hacer lo que hacen.
—No demonizas lo virtual.
—No. Pero la tecnología es un medio, no un fin. Hay que saber apagarla. ¿El futuro que nos espera es deseable? La escuela está para plantear alternativas. Hacemos un esfuerzo por adaptarnos a cosas que a lo mejor no son deseables. Hay que educar en torno a lo que creemos deseable, no en función de lo que creemos que va a pasar sí o sí.
—El aprendizaje cooperativo está de moda, pero no acabo de entender lo de los trabajos de grupo, y menos en casa. Dos trabajan, otros pasan.
—Está demostrado que se aprende mejor entre iguales, pero un trabajo en grupo nunca debe mandarse para casa. Primero, generas diferencias en función del tiempo y los recursos de cada hogar. Y lo segundo es que tú, como profesor, no puedes ver cómo trabajan. Con eso generas dinámicas perniciosas, es la ley de la jungla. El trabajo en equipo tiene sentido en el aula. El profesor debe identificar siempre quién ha hecho qué.
—Eso de «hay que trabajar en equipo» está muy bien siempre que las funciones de cada uno estén claras, repartidas.
—El problema es que en un trabajo de equipo yo, el profesor, me siente a hacer otra cosa mientras los chicos trabajan. El trabajo en grupo requiere mucha supervisión. Si no, no sirve para nada, solo para amargar a los que trabajan.
—¿Podemos aprender sin estar motivados?
—La motivación es consecuencia del logro, en este caso del aprendizaje, ¡no viene antes! Ser capaz de hacer algo es el motor interno que te mueve para seguir haciendo. La mejor motivación para aprender es aprender. Los premios generan dependencia.
—Inevitablemente, nos fijamos en los ránkings educativos. ¿Qué te parecen?
—Me parece algo contradictorio, por un lado se dice que cada vez hay que personalizar más la educación, con «cuidado con las calificaciones a los alumnos», pero a la vez estás calificando a los centros. Es contradictorio hacer ránkings de colegios y a la vez promover que desaparezcan las notas.