viernes, 6 de mayo de 2022

LA AUTOEVALUACION

 

La autoevaluación como una herramienta para el desarrollo de la metacognición


Estamos viviendo un momento de revolución pedagógica, donde sin duda, la evaluación tiene un papel clave para el cambio del paradigma educativo. En este contexto, tenemos que usar nuevas herramientas para la evaluación, y por ello cabe preguntarnos por el papel que puede jugar cada una de ellas y qué aporta al proceso de aprendizaje.

La autoevaluación para enriquecer el aprendizaje

En su libro “Viaje a la Escuela del siglo 21”, Alfredo Hernando nos habla de una evaluación auténtica para el aprendizaje personalizado, en la que se han integrado diferentes herramientas de evaluación, contemplando tanto aquellas que son de valor cuantitativo y nos permiten valorar el producto del aprendizaje, como herramientas cualitativas que se centran en el proceso. Este modelo educativo se caracteriza por el enriquecimiento metodológico, y por lo tanto por el aumento de las oportunidades y herramientas de evaluación.

La autoevaluación es una de las herramientas imprescindibles en una escuela que quiera educar en una cultura de pensamiento. Si queremos usar la evaluación como una herramienta que contribuya al proceso del aprendizaje y al desarrollo del alumno, es necesario que los docentes compartamos y hagamos explícitos los criterios de evaluación y sus indicadores, y que demos al alumno protagonismo en su propia evaluación. Se trata de que los alumnos sean capaces de reflexionar sobre su propio aprendizaje y su representación, como un ejercicio de responsabilidad y creatividad, contribuyendo al desarrollo de su propia metacognición.

¿Qué es la metacognición?

Anna Brown (1978): La metacognición es el propio conocimiento y control de los procesos cognitivos.

La metacognición es el pensamiento dirigido a supervisar nuestro pensamiento y nuestra acción. Permite al aprendiz evaluar lo que hace, saber y decir en cada momento del proceso de aprendizaje cómo va, qué dificultades se le están presentando y cómo resolverlas. En este proceso, la autoevaluación acompaña al monitoreo y aplicación de las estrategias y procedimiento autorreguladores del aprendizaje.

La metacognición es una herramienta de progreso personal, por eso es imprescindible contemplarla en el contexto educativo, para favorecer su desarrollo. Para llevarlo a cabo es necesario que el docente, en su papel de guía para el aprendizaje, ayude al estudiante a que consiga:

  1. Identificar los motivos y objetivos del aprendizaje.
  2. Anticipar, representarse y planificar: procedimientos, estrategias, orden de ejecución, resultados previstos…
  3. Identificar los criterios de evaluación, saber si se desarrolla como estaba previsto para ir rectificando.
  4. Evaluar el resultado de lo obtenido y la eficacia del proceso, para planificar mejor en futuros aprendizajes y transferirlo a situaciones nuevas.

Un factor importante para la autorregulación metacognitiva exitosa será la actividad cooperativa y la colaboración en grupo en la construcción de significados y resolución de problemas que no lograrían de forma individual. El ámbito social del grupo permite al alumno el desarrollo del pensamiento crítico, descubrir lo valioso que es argumentar, y regular los comportamientos a las necesidades del grupo.

¿Cuándo podemos trabajar la metacognición en el aula?

Carmen Pellicer y José A. Marina, en su libro «La Inteligencia que aprende», aseguran que la metacognición se desarrolla a partir del 1º año, permitiendo al niño organizar su experiencia. Está relacionada con el «habla interior», que es la aplicación íntima de las autoinstrucciones habladas que nos damos a nosotros mismos en edades tempranas. El lenguaje interior se desarrolla desde los 5 años aproximadamente. A partir de esta edad son capaces de hablar sobre su trabajo de forma sencilla, describiendo sus características y cómo lo han hecho. Más adelante emiten juicios comparándolos con patrones externos, como el trabajo de otros o la nota merecida.

Sobre los 8-10 años, ya muestran capacidad para analizar, juzgar y mejorar tanto el producto del aprendizaje como el proceso. A partir de esta edad se produce un avance importante en la capacidad metacognitiva, siendo en la adolescencia donde alcanza su máximo desarrollo.

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