La inclusión es un concepto que surge en la década de los 90 como alternativa a la integración escolar.
En 1985 se
introdujo por primera vez el principio de integración en educación con la
entrada en vigor del Real Decreto 334/1985 de 6 de marzo, de ordena- ción de la
Educación Especial, que contemplaba en su preámbulo que “la institución escolar
ordinaria debía dotarse de unos servicios que incidiesen en su dinámica, con la
finalidad de favorecer el proceso educativo, evitando la segregación y
facilitando la integración del alumno disminuido en la escuela”. Desde entonces
han pasado treinta años y la forma que tenemos de abordar la diversidad ha
cambiado muy poco. Seguimos hablando de integración cuan- do debemos hacerlo de
inclusión, seguimos ten- diendo a la homogeneización como meta y camino, cuando
deberíamos hablar de aula heterogénea con enseñanza multinivel y seguimos
considerando a la pedagogía terapéutica la respuesta y el área de es-
pecialización de la educación para un alumnado muy concreto.
La
normativa actual de educación ya no habla del principio de integración, como lo
hizo la Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE) en 1990. Con la
entrada en vigor de la Ley Orgánica, de 3 de mayo de 2006, de Educación (LOE),
se introdu- jo por primera el principio de inclusión en la educa- ción,
principio que sigue regulando todas las legisla- ciones educativas de todas las
Comunidades Autó- nomas. Pero las prácticas que llevamos a cabo en los centros educativos siguen siendo
integradoras. Después de tantos años todavía hay mucho camino por hacer.
La
UNESCO (2006) define la educación inclusiva como un proceso que permite abordar y responder a la diversidad de las
necesidades de todos los edu-candos a través de una mayor participación en el
aprendizaje, las actividades culturales y comunitarias y reducir la exclusión
dentro y fuera del sistema educativo (…) relacionada con la presencia, la
parti- cipación y los logros de todos los alumnos y ésta es la definición que se va a tomar
como referencia en todo el artículo.
De esta
definición se desprenden algunas ideas interesantes a tener en cuenta en
nuestra interven- ción en el aula y que por esa razón es necesario destacar,
tomadas del Plan de Atención a la Diversi- dad desde un enfoque inclusivo (Elizondo,
2017)
·
La
educación inclusiva es un proceso.
No es por lo tanto una práctica aislada y concreta que se realiza en un momento
puntual con un alumna- do concreto. La educación inclusiva supone ir hacia
adelante toda la Comunidad Educativa junta.
·
Permite
abordar y responder a la diversidad de las necesidades de TODOS los educandos a tra- vés de una mayor participación en el aprendiza- je, las actividades culturales y
comunitarias. No habla de un alumnado concreto, sino de todo el alumnado.
Todo el alumnado participa en el aprendizaje. Pero también en las actividades
ex- traescolares y complementarias. Para participar, debe estar presente.
·
El
objetivo de la inclusión es brindar respuestas
apropiadas al amplio espectro de necesidades de aprendizaje tanto en
entornos formales como no formales de la educación. En el Plan de Aten-
ción a la Diversidad deben aparecer las respues- tas apropiadas a las
necesidades de TODO el alumnado con el fin de ofrecer una educación de calidad.
De la
integración a la inclusión
A raíz del Real Decreto de
ordenación de la Educa- ción Especial de 1985 se puso en marcha el Progra- ma Experimental de Integración
Escolar, por el que alumnado escolarizado en centros específicos pudo
acceder a centros ordinarios. Esto supuso un antes y un después en el tema de
la discapacidad, pero con este programa solo se garantizó el acceso, no se
garantizó ni una educación de calidad ni equitativa, ya que este alumnado recibía los apo- yos fuera del aula y cuando estaba físicamente en su aula de referencia apenas partici- paba en las actividades que hacía el resto de la clase, puesto que, a veces, ni siquie- ra llevaba los mismos materia- les curriculares que sus com- pañeros y compañeras.
A partir de
los años 90 se comenzó a hablar de educa- ción para todos y es en la Con-
ferencia Internacional de Edu- cación de Dakar (2000), de seguimiento de la
propuesta Educación para Todos, donde se habló por primera vez de educación inclusiva,
en los compromisos del Marco de
Acción1. Posteriormente, en la Conferencia
Internacional de Educación de Ginebra (2008) se considera que la educación
inclusiva es el camino hacia el futuro. Y recientemente, en la Declaración de
Incheon, cele- brada en mayo de 2015, se establece la visión de la edu- cación
como transformadora de vida, de la vida de todas las personas sin dejar nunca a
nadie rezagado; se aboga por el enfoque humanista de la
educación y del desarrollo (se
establecen 17 objeti- vos de desarrollo sostenible para la agenda 2030), por la
inclusión y la equidad como piedras angulares y por un compromiso con una
educación de calidad para todo el alumnado. En este mismo marco se apuesta por
la promoción de oportunidades de aprendizaje de calidad para todo el alumnado a
lo largo de la vida tanto en contextos formales como informales.
La
realidad normativa actual en materia de educación se basa en la inclusión, la
equidad y la calidad, rechazando la discri-
minación en y desde la educa- ción. La educación inclusiva no debe quedarse solamente como un principio orientativo que aparece legislado,
la edu- cación inclusiva es un derecho que viene contemplado en el artículo 24
de la Convención de las Naciones Unidas sobre
los Derechos de las Personas con Discapacidad (200), que fue ratificado
por España en el año 20082 y que desde enton- ces entra a formar
parte del ordenamiento jurídico espa- ñol.
Pero… si ya
hace años que hablamos de inclusión, si el principio de inclusión aparece en
todas las normativas e ins- trucciones educativas, si la educación inclusiva es
un de- recho, ¿por qué seguimos hablando de integración y realizando prácticas
segrega- doras en los centros educati- vos? Fundamentalmente por- que nos falta
formación e in- formación.
Integración
versus inclusión. Aclarando conceptos
La integración supone aceptar
la diferencia, sin embargo, la inclusión supone acogerla,
aprender de ella y celebrarla.
Se construyen enton- ces comunidades acogedoras y seguras donde todo el mundo
es bienvenido.
La
integración habla de necesidades educati- vas, poniendo por lo tanto el énfasis
en el déficit, en la discapacidad, frente a la inclusión, que habla de eliminar
barreras a la participación, al progreso, al aprendizaje. Con esta nueva
concepción no son las personas las que son discapacitadas, sino los con-
La escuela inclusiva supone la culminación de un camino ascendente en el paradigma de la atención a las personas con discapacidad.
El termino integración, muy válido en otros momentos de la historia de la educación, supone el reconocimiento de una situación de segregación de la persona que debe ser integrada, mientras que la inclusión supone el reconocimiento de la igualdad plena. Incluir supone el reconocimiento pleno de los derechos y libertades individuales de las personas, la necesidad de considerar que las comunidades son la base de cualquier aprendizaje y que la educación sólo adquiere su verdadera dimensión si tiene lugar en relación con otras personas y en los mismos contextos para todos.
La escuela inclusiva es el planteamiento educativo aceptado actualmente en la mayoría de los países para atender al alumnado que presenta necesidades educativas especiales desde su consideración de seres humanos con los mismos derechos que sus iguales. Pensar en educación inclusiva supone asumir el reto de una educación de calidad, única, equitativa e igualitaria para todo el alumnado y, a su vez, establecer nuevas prácticas profesionales, curriculares, organizativas y estructurales que respondan de manera ajustada a las características particulares del alumnado.
Es un cambio de paradigma que aboga por el modelo social,
modelo en el que es la sociedad la que excluye, pone barre- ras y tiene
prejuicios e incluso bajas expectativas para el alumnado más vulnerable:
diversidad fun- cional, pobreza, diversidad cultural…
Ya se ha
explicado al inicio que la respuesta educativa que acompaña a las prácticas
integrado- ras habitualmente es una práctica segregadora: el alumnado sale del
aula y entonces no puede partici- par de lo que allí se hace, pero tampoco
puede ha- cerlo cuando está dentro, porque habitualmente lleva un currículum
paralelo y hace otras actividades diferentes al resto de sus compañeros y
compañeras de aula. En la inclusión, la respuesta educativa su- pone su
presencia y su participación en la dinámica del aula, obteniendo logros junto a
todo el alumna- do puesto que permanece siempre en el aula.
La
integración realiza los apoyos fuera del aula adaptando el currículo; se centra
entonces en la enseñanza individualizada de todas las dificultades que tienen
los alumnos. Son apoyos segregadores, excluyentes, que van a debilitar la
autoestima y el autoconcepto del alumnado que debe salir del aula
habitualmente.
La
inclusión elimina las barreras a la presencia y a la participación con apoyos
dentro del aula. Se personaliza entonces el aprendizaje, lo que supone
ajustarse a las necesidades e intereses individuales de todo el alumnado. Se
habla entonces de Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), de enseñanza
multinivel, en contraposición a las adaptaciones curriculares que se
desarrollaban en el modelo inte- grador.
Frente al
principio de integración que considera cómo integrar a ciertos estudiantes en
la enseñanza convencional, la educación inclusiva representa un enfoque que examina
cómo transformar los siste- mas educativos y otros entornos de
aprendizaje, con el fin de responder a
la diversidad de los estu- diantes. No es por lo
tanto una educación centrada en un alumnado y un profesorado concreto,
sino que es una educación para TODOS.
¿Qué supone una educación inclusiva? Potencial
transformador
En
primer lugar, la educación inclusiva supone un cambio de mirada, supone dejar
de ver la discapaci- dad y ver a la persona, supone dejar de cometer
injusticias, supone acogida y ética del cuidado. En el libro de La lección de August, el protagonista
Won
En los últimos tiempos se viene produciendo un cambio de mentalidad educativa en virtud del que vamos sustituyendo, casi imperceptiblemente, el concepto de integración por el de inclusión, que viene convirtiéndose progresivamente en el planteamiento educativo más aceptado. Esto está ocurriendo por dos cuestiones fundamentales: en primer lugar la “inclusión, define, de una manera más precisa que la integración, las acciones que desde este ámbito deben realizarse. La educación inclusiva está íntimamente relacionada con la cultura escolar de los centros que puede, sin duda, facilitar u obstaculizar el desarrollo de estrategias curriculares y organizativas que pretendan el desarrollo máximo de los potenciales del alumnado con independencia de sus características o necesidades personales” (Lobato, 2001).
La base de la escuela inclusiva se configura sobre la igualdad, la equidad, la calidad, la cooperación y la solidaridad, fomentando la valoración de las diferencias y entendiéndola como una oportunidad de enriquecimiento mutuo para todos los agentes de la sociedad (Esteve Mon, Ruiz Agut, Úbeda Frades, 2007).
der dice “Creo que la única razón
por la que no soy normal, es que nadie me ve como alguien normal” (Palacio,
2012, pág. 12) insistiendo en la idea del modelo social, que asegura que es la
sociedad la que pone barreras, excluye,
discrimina y margina a quien es diferente o, como señalaría Nacho Calde- rón,
“la discapacidad no está en el cuerpo, sino al menos, entre dos cuerpos”.
La
educación inclusiva supone, por lo tanto, transformar; se concibe la educación
como trans- formadora de vidas, ofreciendo a todo el alumnado la oportunidad de
brillar en algo, desarrollando en las aulas, siempre, todas sus capacidades.
La educación
inclusiva supone promover la democracia, los derechos humanos, la justicia
social, el diálogo igualitario, porque todo el alumnado es diferente, todo el
alumnado brilla y todo el alumna- do colabora, juntos nos enseñamos y
aprendemos. Pero para los centros educativos supone una verda- dera revolución,
implica cambiar y modificar la or- ganización del centro, su estructura,
espacios y tiempos, y por qué no, su currículum, abogando por un currículum que
contemple el pensamiento críti- co, el cambio climático, el compromiso cívico,
la ciudadanía mundial, el desarrollo sostenible…
Una vez que
sabemos qué es la educación in- clusiva y qué supone, es momento de pasar a la
acción. ¿Cómo podemos llevar a cabo prácticas in- clusivas en el aula que no
excluya al alumnado y que garantice que todos están recibiendo una educación
inclusiva, equitativa y de calidad? ¿Qué actuaciones inclusivas podemos llevar
a cabo en los centros edu- cativos para que sean capaces de llevar a cabo polí-
ticas transformadoras que lleven la inclusión al co- razón?
Implicaciones pedagógicas en la
educación
No existen propiamente unas
pedagogías de la inclusión como tal, sino que se rescatan metodologías y
principios de la Escuela Nueva que se actualizan y se adecúan a la realidad
actual del siglo XXI, una sociedad multicultural, globalizada, donde la cultura
transmedia y digital toman protagonismo.
En la
educación inclusiva la figura del especia- lista que atiende individualmente a
este alumnado se difumina, ya no es un tema minoritario de un alumnado concreto
que sale fuera del aula para trabajar con el profesor o profesora de pedagogía
terapéutica o de audición y lenguaje, sino que, ba- sándonos en el modelo
social, la educación inclusiva representa un enfoque que se centra en cómo transformar la educación, cómo
cambiar el contexto para que todo el profesorado pueda dar respuesta a la
diversidad que tiene en su aula.
Como hemos
visto, la educación inclusiva habla de eliminar las barreras a la presencia, a
la partici- pación y al aprendizaje, con la idea de que todo el alumnado tenga
aprendizajes exitosos, equitativos y eficaces, y este debe ser siempre nuestro
objetivo. Veamos a continuación algunas propuestas de cómo se pueden eliminar
estas barreras.
BARRERAS A LA PRESENCIA. ¿Cómo
organizar el centro para que todo el alumnado esté pre- sente? ¿Cómo organi- zar
el aula para que todo el alumnado esté presente?
Fundamen- talmente, permane- ciendo en el aula, y esto
se consigue con
apoyos dentro de la misma,
docencia compartida, dos docentes dos aulas, grupos interactivos, tutoría entre
iguales, rincones y ambientes de aprendizaje, entre otras propuestas.
BARRERAS A LA PARTICIPACIÓN.
¿Cómo pode-
mos conseguir que todo el
alumnado participe de las actividades que están realizando en clase? Con
metodologías activas que conlleven un cambio de rol en el profesorado y en el
alumnado, puesto que son metodologías que insisten que el alumnado sea prosumidor,
es decir, que el alumnado sea capaz de construir el conocimiento, no solo
consumirlo; con el aprendizaje cooperativo, que promueve el trabajo en pequeños
grupos heterogéneos que aprenden juntos; con propuestas de aprendizaje
colaborativo para trabajar conjuntamente; fomentando el apren- dizaje dialógico
en el aula, que permite aprender a partir de las interacciones dialógicas que
se desarro- llen en ella; con enriquecimiento para todo el alum- nado, que
promueve trabajar de forma sistemática y planificada el pensamiento crítico y
creativo en el aula y trabajando la metacognición en todo el alum- nado.
BARRERAS A
LOS LOGROS. Se trata de garanti- zar una educación de calidad para todo el
alumnado con aprendizajes equitativos y eficaces para todos, eliminando las
desigualdades en los resultados. Para
la enseñanza multinivel. En esta
línea se está traba- jando ya desde la Universidad Autónoma de Madrid creando
una Red de centros multinivel con el objeti- vo de crear recursos para aprender
juntos alumnado diferente3.
El tema de
los espacios y los tiempos es fun- damental en esta transformación de los
centros. Las aplicaciones pedagógicas de la educación inclusiva que se acaban
de comentar conllevan espacios fle- xibles
que permitan trabajar
en equipo, hablar y
dialogar, pero sobre que permita al alum- nado ser el protago- nista, que le
permita crear contenido. Se- rán
propuestas arqui- tectónicas que conlle- ven
un uso pedagógi- co de los espacios, una transformación en espacios abiertos, adaptables, no aulas
rígidas y cerradas de un solo uso.
Con la educación inclusiva pasamos a hablar de ambientes de apren- dizaje,
ambientes acogedores que favorecen el aprendizaje, no de aulas o clases.
Para lograr
una verdadera revolución inclusiva es necesario transformar los centros con
medidas organizativas, metodológicas, curriculares y sociales que promuevan el
éxito, los logros, de todos los estudiantes, garantizando una educación de
calidad a todo el alumnado.
Bibliografía
Alba,
C. (. (2016). Diseño Universal para el
Aprendizaje: Educación para todos y prácticas de enseñanza inclusivas. San
Sebastián de los Reyes, Madrid: Morata.
Elizondo,
C. (16 de Octubre de 2017). Plan de
atención a la diversidad desde un enfoque inclusivo. Obtenido de Mon petit
coin d'éducation: https://coralelizondo.wordpress.com/
Palacio, R. (2012). La lección de
August. Barcelona: Nube de tinta.
UNESCO.
(2006). Orientaciones para la inclusión:
asegurar el acceso a la educación para todos. París: UNESCO.
UNESCO. (2015). Replantear la
educación: ¿hacia un bien común? París: UNESCO.
ello es necesario hacer flexible el currículo desde el
enfoque del Diseño Universal para el Aprendiz
Pero incluir no es, en absoluto, una tarea fácil. Supone provocar cambios de tal profundidad que se hace necesaria la reconstrucción de estructuras organizativas, los trabajos interprofesionales, las propias funciones docentes y las perspectivas conceptuales y de atención a las personas con discapacidad. El gran reto de la inclusión consiste en la construcción de una escuela con la suficiente amplitud en el diseño físico, organizativo y curricular que permita dar respuesta ajustada a las particularidades de todo el alumnado, sin diferencias.
No se trata de realizar adaptaciones y adecuaciones a casos concretos, sino que será el propio centro, a través de su organización y propuestas curriculares, los que deben satisfacer las necesidades de todo el alumnado. Para la escuela inclusiva la esencia es la comunidad educativa que busca y promueve el éxito educativo de todos sus miembros tomando como premisa la facilitación del aprendizaje a través de la participación de todo el alumnado (Staimback, 2001).
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